La probabilidad de que nunca hayas oído hablar del mansplaining es prácticamente igual de
alta a que lo hayas sufrido en alguna ocasión. Te explicamos en qué consiste
esa irritante y ofensiva manía de algunos hombres de explicar a las mujeres las
cosas con condescendencia…
El inglés (bastante más flexible que nuestro español por
aquello de que se autorregula sin burocráticas y paquidérmicas instituciones)
adoptó hace tiempo un término que si bien es aún un gran desconocido en nuestro
país, designa una realidad que cualquier mujer ha sufrido a lo largo de su
vida. Se trata del palabro mansplaining.
El término es un neologismo anglófono que juntando las palabras ‘hombre’ y ‘explicar’
designa el hecho de “explicar algo a alguien, generalmente un hombre a una
mujer, de manera considerada, condescendiente o paternalista”. Como si él
supiera más que el receptor (la receptora en este caso), sin tener en cuenta
que puede no ser así, o que, incluso (sí, ¡sucede!) puede ocurrir justo al
contrario… La definición de mansplaining continúa
señalando que, aparte del claro menosprecio a la que escucha por considerar su
capacidad de comprensión inferior a la de un hombre, se da otro concepto
asociado que es el de monopolizar la conversación para jactarse y exhibirse. El
resultado, obviamente, es que la opinión femenina queda relegada a un segundo
plano, cuando no, directamente sepultada.
Es sorprendente ponerse a hablar con cualquier mujer de este
síndrome –hasta ahora- sin nombre. Una te dirá: “Me pasó hace poco con un tío
que me entró. Me hablaba de grupos indies británicos como si yo no pudiese
saber por el hecho de ser tía y con pinta de pija. Me trataba como si yo fuera
una vieja sorda a la que le das indicaciones. Pero lo mejor es la reacción
cuando comprueban que algo sí que sabes: es como si te merecieras un premio por
parte de ellos”. Otra recordará una cena en la que un hombre más mayor que ella
estuvo aleccionándola sobre literatura francesa durante más de media hora,
hasta que ella que había escuchado sin decir ni mu, le corrigió amablemente
–aunque quizás con una irónica condescendencia de vuelta- y en un perfecto
francés sobre un error en la autoría de un libro. Inmediatamente, el señor en cuestión
decidió que la vecina de mesa de su derecha quizás era mejor opción para jugar
a Pygmalion. Por no hablar de todos esas mujeres que se dedican a profesiones
relacionados con la tecnología; esas chicas que se suben a un escenario con su
cacharrería y viene el técnico de turno a socorrerlas, o aquellas que venden
productos tecnológicos y se tienen que enfrentar con demasiada frecuencia a
clientes que suelen saber más que ellas…
Quienes dicen no haberse visto en este tipo de situaciones
aclaran que es porque son muy fieras o porque lo han visto tanto y tan bien en
sus círculos familiares que están más que alertas y tienen el radar siempre
activado para ser tajantes… Y hay algunas incluso que afirman: “Lo peor de esto
es que ellos lo saben. Saben con quien no pueden ser paternalistas, no es
un comportamiento inconsciente y por inercia. Es una mierda de la que disfrutan
mucho, por eso se echan novias de 19 años que no saben quien es Scorsese; no
porque tengan el culo más duro, sino porque les encanta EXPLICAR”. Alguno hay que
se defiende diciendo que “el grado de condescendencia
que aplico es proporcional al grado de desinformación de mi interlocutor/a. Si
me sucede más con las mujeres –cosa que puede ser- es porque ellas lo hacen más
evidente: los hombres podemos ser igual de ignorantes o más, pero también somos
menos curiosos y más cobardes, lo que nos pone en evidencia con menos
frecuencia”. ¿Salvado por la campana?
La psicóloga Violeta Alcocer opina que este
fenómeno no es privativo de las mujeres: “Creo que muchas mujeres han experimentado
este fenómeno, pero este tipo de comunicación no se da solamente en el contexto
de relaciones entre géneros (también se puede observar, por ejemplo, entre
personas de diferentes clases socioeconómicas o incluso de diferentes
nacionalidades). Lo que tienen en común siempre es la presunción, por parte del
que habla, de que el oyente es inferior en algún sentido”. De hecho ya se están
popularizando también términos como whitesplaining
y rightsplaining.
Pero, ¿cuáles son
los mecanismos que llevan a comportarse de esta manera?
Subyace la creencia de que el hombre tiene superioridad
intelectual/moral/física/social o una mezcla de todas las anteriores. Al ser
creencias profundamente arraigadas, muchos hombres no son conscientes de que en
ocasiones su comunicación hacia las mujeres es más condescendiente o
paternalista que hacia personas de su mismo sexo”.
Así que
estaríamos ante una suerte de machismo…
En el contexto de las relaciones entre géneros, formaría parte del entramado
de actitudes machistas cotidianas, sí. Es un estilo de comunicación que
forma parte de la violencia estructural hacia la mujer. La mayor parte de las
veces el hablante no solo no cree que esté resultando agresivo, sino que
cree todo lo contrario: cree que está siendo educado, amable y protector. El
mensaje que recibe la oyente es, por el contrario, desvalorizante.
Ante casos flagrantes de
mansplaining, Violeta aconseja: “Quizá lo más contundente sea hablar con
franqueza y sencillez, sin necesidad de contraatacar. Algo como: ‘Me he dado
cuenta de que cuando te diriges a mí lo haces explicándome las cosas de manera
muy sencilla, pero no lo necesito. Estoy segura de que puedo comprender lo que
me dices tan bien como cualquier otra persona’”.
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*Esta entrada era originalmente un artículo que jamás se publicó, de ahí el tono tan poco tapiresco del escrito.
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*Esta entrada era originalmente un artículo que jamás se publicó, de ahí el tono tan poco tapiresco del escrito.
2 comentarios:
La playa. Otra vez.
Me alegra saber que aún andas por ahí,escribiendo cosas que dicen,que se levantan y golpean la pared.Un abrazo.
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