domingo, 10 de enero de 2016

¿ME SIGUES?






La probabilidad de que nunca hayas oído hablar del mansplaining es prácticamente igual de alta a que lo hayas sufrido en alguna ocasión. Te explicamos en qué consiste esa irritante y ofensiva manía de algunos hombres de explicar a las mujeres las cosas con condescendencia…

El inglés (bastante más flexible que nuestro español por aquello de que se autorregula sin burocráticas y paquidérmicas instituciones) adoptó hace tiempo un término que si bien es aún un gran desconocido en nuestro país, designa una realidad que cualquier mujer ha sufrido a lo largo de su vida. Se trata del palabro mansplaining. El término es un neologismo anglófono que juntando las palabras ‘hombre’ y ‘explicar’ designa el hecho de “explicar algo a alguien, generalmente un hombre a una mujer, de manera considerada, condescendiente o paternalista”. Como si él supiera más que el receptor (la receptora en este caso), sin tener en cuenta que puede no ser así, o que, incluso (sí, ¡sucede!) puede ocurrir justo al contrario… La definición de mansplaining continúa señalando que, aparte del claro menosprecio a la que escucha por considerar su capacidad de comprensión inferior a la de un hombre, se da otro concepto asociado que es el de monopolizar la conversación para jactarse y exhibirse. El resultado, obviamente, es que la opinión femenina queda relegada a un segundo plano, cuando no, directamente sepultada.
Es sorprendente ponerse a hablar con cualquier mujer de este síndrome –hasta ahora- sin nombre. Una te dirá: “Me pasó hace poco con un tío que me entró. Me hablaba de grupos indies británicos como si yo no pudiese saber por el hecho de ser tía y con pinta de pija. Me trataba como si yo fuera una vieja sorda a la que le das indicaciones. Pero lo mejor es la reacción cuando comprueban que algo sí que sabes: es como si te merecieras un premio por parte de ellos”. Otra recordará una cena en la que un hombre más mayor que ella estuvo aleccionándola sobre literatura francesa durante más de media hora, hasta que ella que había escuchado sin decir ni mu, le corrigió amablemente –aunque quizás con una irónica condescendencia de vuelta- y en un perfecto francés sobre un error en la autoría de un libro. Inmediatamente, el señor en cuestión decidió que la vecina de mesa de su derecha quizás era mejor opción para jugar a Pygmalion. Por no hablar de todos esas mujeres que se dedican a profesiones relacionados con la tecnología; esas chicas que se suben a un escenario con su cacharrería y viene el técnico de turno a socorrerlas, o aquellas que venden productos tecnológicos y se tienen que enfrentar con demasiada frecuencia a clientes que suelen saber más que ellas…
Quienes dicen no haberse visto en este tipo de situaciones aclaran que es porque son muy fieras o porque lo han visto tanto y tan bien en sus círculos familiares que están más que alertas y tienen el radar siempre activado para ser tajantes… Y hay algunas incluso que afirman: “Lo peor de esto es que ellos lo saben.  Saben con quien no pueden ser paternalistas, no es un comportamiento inconsciente y por inercia. Es una mierda de la que disfrutan mucho, por eso se echan novias de 19 años que no saben quien es Scorsese; no porque tengan el culo más duro, sino porque les encanta EXPLICAR”. Alguno hay que se defiende diciendo que el grado de condescendencia que aplico es proporcional al grado de desinformación de mi interlocutor/a. Si me sucede más con las mujeres –cosa que puede ser- es porque ellas lo hacen más evidente: los hombres podemos ser igual de ignorantes o más, pero también somos menos curiosos y más cobardes, lo que nos pone en evidencia con menos frecuencia”. ¿Salvado por la campana?
La psicóloga Violeta Alcocer opina que este fenómeno no es privativo de las mujeres: Creo que muchas mujeres han experimentado este fenómeno, pero este tipo de comunicación no se da solamente en el contexto de relaciones entre géneros (también se puede observar, por ejemplo, entre personas de diferentes clases socioeconómicas o incluso de diferentes nacionalidades). Lo que tienen en común siempre es la presunción, por parte del que habla, de que el oyente es inferior en algún sentido”. De hecho ya se están popularizando también términos como whitesplaining y rightsplaining.
Pero, ¿cuáles son los mecanismos que llevan a comportarse de esta manera?
Subyace la creencia de que el hombre tiene superioridad intelectual/moral/física/social o una mezcla de todas las anteriores. Al ser creencias profundamente arraigadas, muchos hombres no son conscientes de que en ocasiones su comunicación hacia las mujeres es más condescendiente o paternalista que hacia personas de su mismo sexo”. 
Así que estaríamos ante una suerte de machismo…
En el contexto de las relaciones entre géneros, formaría parte del entramado de actitudes machistas cotidianas, sí. Es un estilo de comunicación que forma parte de la violencia estructural hacia la mujer. La mayor parte de las veces el hablante no solo  no cree que esté resultando agresivo, sino que cree todo lo contrario: cree que está siendo educado, amable y protector. El mensaje que recibe la oyente es, por el contrario, desvalorizante. 
Ante casos flagrantes de mansplaining, Violeta aconseja: “Quizá lo más contundente sea hablar con franqueza y sencillez, sin necesidad de contraatacar. Algo como: ‘Me he dado cuenta de que cuando te diriges a mí lo haces explicándome las cosas de manera muy sencilla, pero no lo necesito. Estoy segura de que puedo comprender lo que me dices tan bien como cualquier otra persona’”. 


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*Esta entrada era originalmente un artículo que jamás se publicó, de ahí el tono tan poco tapiresco del escrito.