miércoles, 29 de septiembre de 2010

¡A LAS BARRICADAS!



Hay cosas que sólo ocurren una vez en la vida. O ninguna. Cosas como que empapelen la ciudad entera con la fecha de tu cumpleaños. A mí me pasó. Una vez. Hace tiempo. Pósteres completamente negros cubrieron marquesinas de autobús, cabinas de teléfono y paredes. Y sólo una fecha: 29 de septiembre. Días antes de la llegada de tan insigne fecha se desveló el misterio: el asunto coincidía con el estreno de un Batman (ahora no recuerdo cuál). Fue altamente emocionante.

La circunstancia se ha vuelto a repetir. Este año. Dos veces en una vida. Guau. Me he acordado de algo que suele repetirme un ingenio que tengo por amiga: "es un buen momento para morir, estoy en la cresta de mi popularidad". Otra vez Madrid forrado con una fecha. La mía. 29-S. Huelga general. ¿Existe forma más francesa de celebrar su día que manifestándose y huelgueando? Ni desayunando foie con champán como hace un amigo mío (o eso dice).

martes, 28 de septiembre de 2010

TU VUÒ FA' L'AMERICANO



¡¡ENORME!!
yo también me descojoné con la bambola y con carosone
yo también vi los intentos sin éxito de hacer de el americano un nuevo le samouraï
pero corbijn no es melville; ni clooney, delon
al día siguiente volví a las fuentes
aún mejor de cómo la recordaba

domingo, 26 de septiembre de 2010

PLEASE DON'T GO

El otro día en el autobus sorprendí a una muchacha teniendo un MOMENTO FLASHBACK. Claramente, inconfundiblemente, estaba teniendo uno de esos instantes de analepsis. A mí, contemplar este fenómeno tan de cerca y con tanta impunidad, me hizo tener mi propio MOMENTO FLASHBACK. Una comida con unos amigos. Uno dice que antes solía entretenerse en el transporte público intentando adivinar quien se había drogado y/o emborrachado la noche anterior, pero que había abandonado la práctica de dicho juego: los resultados no eran muy fiables y había muchos signos confusos. A cambio había ideado otro pasatiempo: descubrir quien había follado en las horas previas. Decía que ahí la posibilidad de fallar era prácticamente inexistente. Siempre había algún signo revelador: sonrisa beatífica, mirada brillosa, rubor mejillil, ojeras luminosas, marcas... Una vez acabado mi flashback (fb, lo llamaremos), volví a ocuparme de la muchacha que había desencadenado dicho fb. Seguía inmersa en el suyo. Ajena y absorta. Feliz. La miré fijamente como la serpiente Kaa a Mowgli y conseguí ver a través. Su fb era algo parecido a esto:


jueves, 23 de septiembre de 2010

LOS PANES Y LOS PECES

José sana a muchos, Nicanor 15:29-39

29 Pasó José de allí y vino junto a la Casa de Poncio América; y subiendo al estrado, se sentó allí.
30 Y se le acercó mucha gente que traía consigo a ardillas, gafapastas, intelectuales, y otros muchos modernos; y los pusieron a los pies de José;
31 de manera que la multitud se maravillaba, y glorificaban al Dios de Suecia.
32 Y José, llamando a sus discípulos, dijo: Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres horas que hacen cola; y enviarlos sin nada no quiero.
33 Entonces sus discípulos le dijeron: ¿De dónde sacarás, tú solo, para saciar a una multitud tan grande?
34 José les dijo: ¿Cuántas cuerdas tenéis? Y ellos dijeron: Seis, y tu voz.
35 Y mandó a la multitud que se recostase en el suelo.
36 Y tomando las seis cuerdas y la voz, las multiplicó y las amplificó y las dio a la multitud.
37 Y se reblandecieron todos, y bailaron sobre las vocales, y los jerseis se convirtieron en mantitas de Linus.
38 Y entre vítores de ‘Viva Pepe’ siguió José haciendo el todo con casi nada, llenando de claridad lo negro. Cycling trivialities.
39 Entonces, a punto de despedirse, entonó el Teardrop, y el cielo se abrió, y una luz bajó, y todos los allí presentes creímos.


lunes, 20 de septiembre de 2010

COSAS VEREDES, AMIGO SANCHO...


* Fernando León de Aranoa con coleta alta
(avistado el miércoles 15 de septiembre de 2010 a las 08:00 hs en las inmediaciones de la estación de Atocha).
Acostumbro a cruzarme con esta persona (debemos compartir vecindario) y acostumbro a verle siempre de la misma guisa: coleta en la nuca, pelo fosco, mochila adolescente a la espalda y un look monócromo panzaburro. Bien. El otro día, sin embargo, vi a alguien, con su misma mochila, sus mismos pantakas y su mismo todo, pero con... cola de caballo alta (y pelín cardada, encrespada diríase, en las puntas). Me disloqué el cuello (yo iba en bus, él a pie), tratando de averiguar si era el auténtico y genuino director del barrio. Juraría que sí, pero lo de la coleta a lo Spice me dejó de plástico.
CONCLUSIÓN: Los perroflautas comprometidos usan secador.


* Jaime Rosales y su mujer (una) March amarrados a un tanque de palomitas

(avistados el sábado 18 de septiembre 2010 a las 17:45 hs en la sala nueve de los cines Ideal).
Con atuendo informal (deportivas y blazer, él; bailarinas y jeans, ella) la pareja asistió a ver la proyección de El americano en sesión de seis menos diez en los céntricos cines Ideal. Entre ambos dos mediaba un cubilete de popcorns de un tamaño considerable.
CONCLUSIÓN: Los intensos también hacen crunchicrunchi en el cine.

jueves, 16 de septiembre de 2010

MARATHON MAN



Antes no me gustaba correr. Creo que sigue sin gustarme. Por mucho que lo haga, y con cierta disciplina, y con bastante continuidad. O sí. O me gusta correr, pero de una extraña manera. Me da cierto placer ponerme a ello, sentir los músculos tensarse, el sudor arracimarse, mis zancadas agrandarse, escoger la música para la carrera, aguantar un poco más, experimentar un gozoso cansancio al subir, de vuelta, las escaleras de casa. Definitivamente todo eso me gusta. Pero muchas veces, demasiadas, preferiría no hacerlo y dedicarme a cosas que realmente me gustan: leer, escuchar música, tomarme unas cervezas, charlar, puntos suspensivos. Eso sí que me gusta. Sin peros. El placer de correr viene tras vencer una resistencia, aunque puede, bien pensado, que ahí radique parte del placer.

Antes no me gustaba Murakami. Y me sigue sin gustar. El otro día una amiga que despotrica de Murakami tanto o más que yo (y me temo que por un juicio tan sumarísimo como el mío: Norwegian Wood le/me/nos pareció una basura; sí, llámadnos talibanes, pero hay veces en las que uno sabe que repetir sería un error) me escribió lo siguiente: "Cuando empecé De qué hablo cuando hablo de correr, me dije: 'Oh, la cagaste con tu lectura vacacional. Este tipo [Murakami] me repele. Peeeeroooo le di tiempo y seguí leyendo y me dije: 'Eh, este es un tío honesto, luchador... mola'. Sí, ahora me cae genial y puede contar conmigo para lo que quiera. De hecho, espero haber aprendido de él y tengo como trabajo acabar con la pereza".

Le pedí el libro en cuestión, claro. Por un lado, ella es/era tan antimurakamista como yo; por otro, el mundo footing -tema, por si no lo han adivinado, en torno a lo que gira el libro- me tiene atrapado. Así que ahí que me puse. Y, y, y me lo leí del tirón y me gustó; pero no. Y me gustó, pero supe -por fin- porque no me gusta él en sus otros libros. De qué hablo... va sobre esfuerzo, sobre disciplina, sobre superación (hay quien dice que es sencillamente el diario de un yonqui). Tres conceptos (esfuerzo, superación y disciplina) que no tengo muy trabajados y que nunca se me han dado. Así que bien. De qué hablo... impulsa a calzarte tus zapatillas, a correr, a sudar y a sentirlo. Así que bien. Pero también De qué hablo... es de una ingenuidad pasmosa. Así que no tan bien. Así que por eso (ah, era por eso) me da tanta tiña Murakami. Me resulta de un simplón que me muero, pero aquí, en las 230 páginas de este libro no me ha importado. Lo que en sus novelas me repatea, aquí me ha resultado entrañable. Porque Murakami repite una y otra vez lo mismo. Te explica una idea de lo más sencilla un par de vueltas o diez como si fuera un razonamiento filosófico de alto voltaje. Lo resumía otra amiga otro día: "Murakami me gusta, pero creo que es literatura para adolescentes". Aburrido, vamos.

Ahora bien, y repito, este libro me ha reconciliado al señor Haruki. Casi al inicio del libro, reflexiona sobre en qué se piensa cuando se corre. Sólo por esas páginas le redimo para siempre. Porque ¿en qué pienso cuando corro? Nunca lo había pensado, valga la redundancia. Y si me pongo a pensarlo, valga de nuevo, tampoco lo sé. Sé en lo que pienso cuando me lavo los dientes, cuando voy en tren, cuando cojo un avión, o incluso cuando hago la compra; pero no puedo decir exactamente en qué pienso cuando corro.

"A menudo me preguntan en qué pienso cuando estoy corriendo. Los que me formulan preguntas de esta índole son, por lo general, personas que nunca han vivido la experiencia de correr durante una larga temporada. Y cada vez que me hacen una pregunta de esta clase, no puedo evitar sumirme en una profunda reflexión: 'Vamos a ver, ¿realmente en qué pienso cuando corro?'. Y, para ser franco, no consigo recordar bien en qué he venido pensando hasta ahora mientras corría.
Ciertamente, los días en que hace frío, pienso un poco en el frío. Los días en que hace calor, pienso un poco en el calor. Cuando estoy triste, pienso un poco en la tristeza. Como ya he comentado, en ocasiones recuerdo de manera deslavazada sucesos que ocurrieron hace mucho. De vez en cuando (aunque esto no me ocurre más que de vez en cuando) me viene de pronto a la mente alguna idea, apenas un esbozo, para una novela. Pese a todo, realmente casi nunca pienso en nada serio.
Mientras corro, simplemente corro. Como norma, corro en medio del vacío. Dicho a la inversa, tal vez cabría afirmar que corro para lograr el vacío. Y también es en el vacío donde se sumergen esos pensamientos esporádicos. Es lógico. Porque en el interior de la mente humana es imposible lograr el vacío absoluto. El espíritu humano no es ni tan fuerte ni tan consistente como para poder albergar el vacío absoluto. Sin embargo, estos pensamientos (o estas ideas) que penetran en mi espíritu mientras corro no son, en definitiva, más que accesorios del vacío. No son contenidos, son pensamientos generados en torno al eje de la vacuidad.
Los pensamientos que acuden a mi mente cuando corro se parecen a las nubes del cielo. Nubes de diversas formas y tamaños. Nubes que vienen y se van. Pero el cielo siempre es el cielo. Las nubes son sólo meras invitadas. Algo que pasa de largo y se dispersa. Y sólo queda el cielo. El cielo es algo que al tiempo que existe, no existe. Algo material, y a la vez, inmaterial. Y a nosotros no nos queda sino aceptar la existencia de ese inmenso recipiente tal cual es e intentar ir asimilándola.
(...)
Mientras corro, tal vez piense en los ríos. Tal vez piense en las nubes. Pero, en sustancia, no pienso en nada. Simplemente sigo corriendo en medio de ese silencio que añoraba, en medio de ese coqueto y artesanal vacío. Es realmente estupendo. Digan lo que digan."

martes, 14 de septiembre de 2010

I SAW THE LIGHT



El tigre de Gales, cuando no era tal, ni siquiera gatito, era un niño que cantaba en el coro de su iglesia presbiteriana. Ahí se largaba, con su ya potente voz, himnos religiosos. Imagino que en ese momento el niño Jones ya sería un pequeño freakie al que el resto de críos mirarían mal, por envidia o por temor, pero mal al fin y al cabo.

Luego ya en los sesenta, Tom se convirtió en felino de cadera loca, baile lascivo, pelísimo en pecho, moreno radiactivo, pelucón compacto y pantalones tan anchos en la pernera como estrechos en la pelvis. Y, probablemente, ahí también fue la rara avis de la clase: en un panorama en el que triunfaban las voces dulces, brillantes y soleadas y lo cien por cien pop; ahí estaba el calentorro de Tom rugiendo, llamando al sexo, derrochando sensualidad, marcándose temazos como What's new pussycat o It's not inusual o poniendo su voz al servicio de Su Majestad (Thunderball).

Ahora a sus setenta años, el Tigre ha decidido mirar atrás sin ira. Se acabó el Just for Men, las camisas abiertas hasta el ombligo, las cadenas de chuloputas y las maneras de Casanova. Mister Jones se ha dejado cana, se ha embutido trajes (más o menos) respetables, dice haber recuperado una cierta trascendencia y ha sacado Praise & Blame, un disco de espirituales, himnos cristianos y blues. Como si el último Johny Cash (por mucho que le pese a Tom: 'Él estaba al final de su vida y se le notaba en la voz. Yo no') hubiera vuelto del más allá custodiado por Elvis y se hubieran juntado para tomar unos chatos con los Toms (Waits and Jones) en un bar regentado por un tal Nick Cave (ministro de la Iglesia, según los rumores).
Parece que el tipo de Island (su nuevo sello discográfico) montó en cólera cuando escuchó lo que se había despachado el bueno de Jones (me lo imagino, cagándose en todo: "Se suponía que era un disco para Navidades, sí, pero hecho por el casquivano de Jones; ¿a qué vienen todos estos 'doy mi alma', 'señor, ayúdame', tantas culpas e infiernos llameantes?").
Por supuesto, hay quien se ha apresurado a afirmar que todo es una estretagia comercial para volver a poner a este Caballero de la Corona Británica, hijo de un minero, en órbita; que no se trata más que del nuevo personaje de un setentón que no quiere que le olviden, no en vida.
La verdad es que me importa entre nada y menos que cero que todo sea una invención, una impostada vuelta de tuerca. Me trae sin cuidado que lo de que el Tigre de Gales haya pasado de consumirse en el fuego del deseo a arder en la llama de la fe sea un puro camelo. No me puede traer más al pairo.
Sólo me importan los intensos treinta y ocho minutos que van de la honda versión del What good am I? de Dylan al rítmico apocalipsis de Run On.
¡Por los clavos de Cristo, vaya puto discazo! Salvajemente bueno. (Dice el MOJO: “What good am I, if I’m like all the rest?” emotes Tom Jones on his highly personalised version of Dylan’s What Good Am I. No problem there. Few singers with a popular background are going to emerge with an album as remarkable as this during 2010").



Y para nostálgicos, este documento imapagable:

sábado, 11 de septiembre de 2010

SOLO ANTE EL PELIGRO



El otro día releyendo (cosa rara) un mail (cosa frecuente, entre mis aficiones está la de escribir mails sin contención), me percaté de que me había comido los signos de interrogación de comienzo. Raro. No soy perezoso en esto de darla a la tecla; y si muchas veces me salto lo de las mayúsculas, es más por un dudosísimo gusto estético que por dejadez. Así pues, puse la interrogación invertida y ahí quedó todo. Pero luego pensé en por qué somos los únicos en usar estos signos de puntuación; en por qué seguimos haciéndolo cuando, en esto de los mensajes escritos, se tiende cada vez más a escrituras esqueléticas; y, sobre todo, en cómo es que no se ha alzado algún grupo de intelectuales modernos reivindicando la supresión de una norma tan impopular y solitaria.

Alguien me dice que en nuestro idioma son necesarios porque cuando estás leyendo, la pregunta o la exclamación entra de sopetón, y en caso de que no hubiera ningún signo que te lo indicara, no entenderías la entonación ni la intención a priori, y por tanto, tendrías que volver atrás. Falso. En todos los idiomas ocurre lo mismo. Usan la coma para indicar pausa y cambio de tono, pero no es tan efectivo, ni tan claro como nuestro ¿ o ¡.

Mirando en mi amado google encontré la respuesta a la causa de tan peculiar puntuación:
En la mayoría de los idiomas se utiliza un único signo de interrogación al final de la frase interrogativa: How old are you? Este fue el uso habitual también en español, hasta mucho después de que la segunda edición de la Ortografía de la Real Academia, en 1754, declarase preceptivo iniciar las preguntas con el signo de apertura de interrogación invertido, (¿) y terminarlas con el signo de interrogación ya existente (?) –¿Qué edad tienes?–, al tiempo que se ordenaba lo mismo para los signos de admiración (¡) y (!). Este criterio, en realidad, no se generalizaría hasta casi un siglo más tarde, ya que desde esa fecha de mediados del siglo XVIII hasta mediados del XIX la Real Academia Española no tuvo, ni mucho menos, el carácter corporativo e institucional que le iba a conferir la monarquía isabelina posteriormente. Las imprentas siguieron editando según la costumbre: ubicaban solamente un signo al final de las frases interrogativas o exclamativas. Si los signos iniciales se extendieron en las tipografías, no se debió a que el español tenga el problema de que no se sabe en qué momento se inicia la frase interrogativa o admirativa (la sintaxis de otras lenguas también desconoce ese momento), sino al carácter forzoso que dio la monarquía a los criterios de la Real. La norma de los signos de interrogación y exclamación iniciales fue impuesta, simplemente, de la mano de la Gramática oficial de la institución monárquica. Su carácter compulsorio estaba limitado al muy reducido ámbito idiomático de España. Una solución intermedia muy corriente consistió en utilizar los signos de apertura sólo cuando el enunciado era largo, o con riesgo de ambigüedad, pero no para las frases breves y claramente interrogativas, como Quién vive?

Vamos que el invento y el mandato vienen, como no, de la monarquía.

La cosa es que mientras unos se olvidan (olvidamos) cada vez más de poner los dichosos signos de apertura en nuestros mails, sms y demás comunicaciones modernas, hay no pocos foros en google que preguntan sobre cómo conseguir ponerlos correctamente en un teclado no español. Las respuestas son como para volverse loco: atajos de teclado, presionar no sé cuántas teclas a la vez y qué sé yo. Qué suerte la nuestra. Un sólo golpe digital y ¿, ¡, ñ.

La RAE no deja lugar a dudas sobre la obligatoriedad de esta norma. Pero sí contempla un par de excepciones:
* Los signos de cierre escritos entre paréntesis se utilizan para expresar duda (los de interrogación) o sorpresa (los de exclamación), no exentas, en la mayoría de los casos, de ironía: Tendría gracia (?) que hubiera perdido las llaves; Ha terminado los estudios con treinta años y está tan orgulloso (!).
* Es frecuente el uso de los signos de interrogación en la indicación de fechas dudosas, especialmente en obras de carácter enciclopédico. Se recomienda colocar ambos signos, el de apertura y el de cierre: Hernández, Gregorio (¿1576?-1636), aunque también es posible escribir únicamente el de cierre: Hernández, Gregorio (1576?-1636).


Y, habla de una combinación de la que yo siempre he sido fan: el uso simultáneo de interrogación y exclamación.
Cuando el sentido de una oración es interrogativo y exclamativo a la vez, pueden combinarse ambos signos, abriendo con el de exclamación y cerrando con el de interrogación, o viceversa: ¡Cómo te has atrevido? / ¿Cómo te has atrevido!; o, preferiblemente, abriendo y cerrando con los dos signos a la vez: ¿¡Qué estás diciendo!? / ¡¿Qué estás diciendo?!

A este respecto, resulta que existe un signo de puntuación ortográfico ad hoc, que parece no estar reconocido, ni muy extendido, pero que aún así me parece fascinante. EL INTERROBANG (que en su versión invertida para uso en nuestro idioma se llama gnaborretni). ‽ Ya sólo el nombre es lo máximo. No crean que el invento es de antesdeayer: se remonta a los sesenta y se lo sacó de la manga un yanqui que trabajaba en una agencia de publicidad. Lean, lean: http://es.wikipedia.org/wiki/Interrobang


Nota a pie de página:

Los signos de puntuación aquí propuestos, incluido el de la ironía (sí, sí, sí) me chifan:
http://www.cibermitanios.com.ar/2009/08/el-signo-de-ironia-y-el-interrobang.html

miércoles, 8 de septiembre de 2010

PLANTÍGRADOS



Estas vacaciones mi móvil tuvo a bien darse un chapuzón en el mar.
El resultado fue que se echó a perder y olvidó todos los números de la agenda.
'El agua del mar es mucho más dañina para un móvil que, por ejemplo, la de un wc' me explicó cariacontecido el tipo que me suministró el móvil nuevo (qué complicado es, dicho sea de paso, hacerse con un teléfono que simplemente llame y reciba llamadas, que si módem, que si conexión a qué sé yo, que si vídeo, que si pantalla táctil, que si reproductor de michiplines... Ahora mismo observo mi móvil nuevo sabiendo que guarda aplicaciones secretas que nunca investigaré, ni utilizaré, ni conoceré).

A pesar de esta desgana mía hacia la tecnología, hay dos cosas que siempre miro y estudio en un móvil nuevo:

1. Los fondos de pantalla y los tonos. Me cuesta elegir entre tal cúmulo de atrocidades y sinsentidos. Atentados estéticos y auditivos en estado puro. Me encanta.

2. Las plantillas. Esto es lo que más me fascina, de largo, de los móviles. Los 'Estoy en una reunión', 'Llámame al...', 'Llego tarde, estaré ahí a las...'. Siempre me pregunto si alguien utiliza las frases pensadas por otros para notificar sus cosas, por mucho que se trate simples retrasos (si siguen incluyendo modelo tras modelo, y año tras año, las dichosas plantillas es que hay quien hace uso y bueno de ellas). En este último modelo de móvil que adorna mi vida, hay una que me ha llamado poderosamente la atención (por encima, incluso del 'Feliz cumpleaños' o del 'Gracias': para felicitar o agradecer con plantilla, no felicites, ni muestres gratitud, so...). Se trata de la plantilla 'Yo también'. No puedo evitar imaginarme esta situación. Sujeto 1 sufre un arrebato de sentimiento y sinceridad y le manda a sujeto 2 un: 'Te quiero' (que, bien pensado, igual consta también como plantilla en su móvil). Sujeto 2 lee el mensaje, se va al apartado 'Plantillas' y pulsa el 'Yo también'. Enviar. Biiip. Sujeto 1 manda a sujeto 2 un 'Me cago en tu puta madre, desgraciado'. Sujeto 2 se va al menú mensajes, busca plantillas, y le da al 'Yo también' (tampoco tengo claro que se tarde menos en enviar una plantilla con una o dos palabras que en teclearlas, más en este caso en el que puedes incluso poner: 'Yo tb' o, ya en plan supermal: 'Me 2'). 'Creo que me he puesto enfermo' 'Yo también'. 'Me he hecho fan de las Señoras que llevan gafas ahumadas' 'Yo también'. Y así, ¿no? Pues vaya peñazo. Qué poca sangre. 'Soy un sosainas sin imaginación, ni contenido'. 'Yo también'

viernes, 3 de septiembre de 2010

RIESGOS LABORALES




No conozco a nadie que no deteste a las palomas. A nadie que, cuando se le mencione dicha ave, piense en Alberti, en la paloma de la paz, en Picasso, en La paloma de Süskind o en los besitos que le propinaba Ghost Dog a sus palomas mensajeras. No, la cosa va más bien por lo de ratas del aire.

Y no se me ocurre ningún otro animal de un tamaño ya considerable (los de menos de diez centímetros de longitud están más acostumbrados a ser objeto de odio y/o asco) que despierte tan poca simpatía como la paloma. Por mucho que al durazo de Terry Malloy se le saltaran las lágrimas al ver todas sus queridas tórtolas asesinadas. Pobre Marlon.

Y os preguntaréis dónde pretendo ir a parar. Voy. La cosa empieza un jueves de una tarde cualquiera. Un jueves de esos gloriosos en los que Madrid se me antoja enorme -en sentido figurado- por parecer y comportarse como un pueblo -en sentido literal-. Me explico, que estoy hoy de lo más meándrico. Este jueves me encontré con el Josué en una comida laboral. Nada más verme me preguntó por el Toribio. Decidimos que, una vez terminado el evento, iríamos a picarle la puerta al Toribio. Así lo hicimos. Como si estuviéramos en un pueblo y todo y todos nos moviéramos en cuatro calles. Sonamos el timbre del Tori. A los cinco minutos estábamos tomándonos sendas bebidas alcohólicas en vaso ancho. Ahí, el Toribio, que andaba un poco inquieto, se sinceró y nos confesó el objeto de sus últimos desvelos: las palomas. Eran muchas, se cagaban en su terraza, la ensuciaban, hacían un ruido infernal y ya se habían colado, al más puro estilo Nolan, en sus pesadillas. Admitió que esa misma mañana, en un arrebato de deseperación, había tecleado 'matar palomas' en Google, obteniendo resultados tan dispares como jocosos. A partir de ahí, la conversación giró en torno el exterminio de la pichona. Teorizamos sobre chorros de agua, escopetas de perdigones y palos de escoba. Sugerimos la adquisición de un halcón o de una ave cetrera que acabara con el problema y, ya puestos, diera lustre Scorpions al porte ya de por sí lustroso del Toribio. Barajamos colgar cedés del balcón, cambiar de casa, incendiar el nido. Al cabo de tres horas, el concepto 'matar palomas' era para nosotros algo tan normal y cotidiano como comprar el pan. Cuando se deshizo el triunvirato, el Toribio dijo que se iba a Manuel Riesgo, a ver qué podían hacer con su conflicto. Por supuesto, le acompañé. ¡Cómo no ir a un sitio llamado Manuel Riesgo a hablar sobre cacas de palomas! En la calle Desengaño. Ahí está Manuel Riesgo (no me digáis que no es pura poesía, copla en estado salvaje: el riesgo del desengaño). Una tienda con solera y llena de gente. Uno de esos establecimientos que a mí me ponen loco. Mostrador de mármol y grande. Un buen montón de dependientes (el más veterano, igualito, por cierto al Doctor Spock). Madera por todas partes. Productos imposibles. Y cajoneras de esas largas todas iguales de las que tirar y en las que encontrar recetas fantabulosas. Números como en la carnicería. El nuestro, el 75. Tin tin. Setentaycinco en números rojos. Nuestro turno. 'Hola, ¿en qué puedo ayudarle?' 'Hola, yo es que quería matar palomas'. Ale. A tope. A cascoporro. No tengo palabras para describir la cara de ese infeliz dependiente quien, abriendo los ojos como platos soltó un 'aquí no tenemos nada para matar palomas'. Entre ofendido y horrorizado (creo que, por debajo del mostrador y con el dedo corazón, estaba oprimiendo el botón rojo de PSICÓPATA) repitió 'aquí no tenemos nada para matar palomas'. Algo repuesto, sugirió que quizás Toribio no había querido decir lo que efectivamente había dicho y que, en realidad, tan sólo quería ahuyentar a dichos animales alados. El Tori dijo que por supuesto, que sentía haberse expresado mal. El vendedor nos dio a oler algo asqueroso, tipo alcanfor. Salimos de allí sin producto repelente y con gran vergüenza.

A resultas de esta bizarra experiencia leo algunas cosas espeluznantes sobre asesinos en serie de columbiformes o concursos públicos para matar tórtolas o la llamada 'Operación Paloma' (recomiendo leer los comentarios de la peña, hay algunos desternillantes).

A mí, la verdad es que las palomas siempre me han repugnado, pero es que ya me da como cosica que despierten tanto repelús y sed de exterminio, así que para resarcirlas de este odio sanguinario (y por no insistir con mi enganche Manzanitero), os dejo con estas gratificantes imágenes: