viernes, 27 de junio de 2014

¡GRACIAS, PASTEUR!

 
 O de cómo el químico francés revolucionó, sin proponérselo, el manual del perfecto Casanova…

Pasteur uperisa, mientras su mujer, al fondo, sufre

Recuerdo que en algún momento de mi apasionante y tapiresca existencia, estudié a Pasteur. Y aprendí que, entre otras muchas cosas, le debía que la leche y el zumo de mis desayunos no me agujerearan el estómago, ni me hicieran protagonizar escatológicas piruetas. Lo que no sabía por aquel entonces, inocente de mí, era que en el mundo humanoide, el mayor descubrimiento de Pasteur tenía otras aplicaciones más lúdicas, y que más de uno le iba a tener que agradecer a este señor unas cuantas conquistas. Porque, aunque se hable poco de ella,  aunque no sea trending topic, y aunque la gente le haga menos caso que Ana Botella a su estilista, ¿quién no ha practicado en algún momento de su vida la uperisación sentimental-barra-eróticofestiva

Pasteur en plan Hamlet:"uperisar o no uperisar, he ahí la cuestión"


La cosa es sencilla: consiste en administrar al objeto de deseo largos períodos de enfríamento seguidos de cortos e intensos momentos de calor. Por ejemplo, tras un peloteo rápido, efervescente y prometedor a través de alguna aplicación ad hoc suministrar una de largos silencios y respuestas lacónicas. La intención está clara: el desconcierto es un arma de seducción masiva; la postergación del deseo, el mejor de los lubricantes (aunque, ojo con pasarse, mucha uperisación puede acabar convirtiéndote en una suerte de Narciso Pagafantas); y una de cal y otra de arena, una de las gloriosas máximas en esto del ligue posmoderno en el que mostrarse está severamente penalizado y jugar al despiste te convierte en un deseable y deseado unicornio que habita allí donde el arco iris perdió su nombre (aka Malasaña). Esta táctica, bien administrada, tiene un 100 % de efectividad. No falla. Cuando quieras darte cuenta, el objetivo estará rendido, tocado, mareado, subyugado, enamorado, lobotomizado, enganchado y querrá más, siempre más de esa medicina que administras roñosamente porque sabes que hay poquita y que si no, no dura. Y es que nada hay más efectivo para seducir que jugar al un-dos-tres al escondite inglés; al alma atormentada-caprichosa, o al misterio rondante-turbante. 


Algún día, toda esta uperisación será tuya, hija mía

 Ahora bien, aunque esta estrategia es hartamente empleada por varones de todo el mundo, no os creáis, machos pasteuricos, que estáis a salvo… Ya se sabe que donde las dan, las toman; y la uperisación empieza a ser moneda de cambio corriente entre los círculos ‘in’. Que tú me das una de congelador, pues yo te doy una de ártico sin árnica. Y así. El problema de este cruce entre Pasteurs es que los cortos estadios de bochorno tropical son tan efímeros que puede ser que no lleguen a coincidir nunca jamás, creándose así una fantasiosa cuarta dimensión sin puerta de entrada.  Si alguna vez os topáis con alguien que no responde a vuestra uperisación como debe ser (rogando por un signo vuestro, aunque sea en forma de mísero emoticono) puede ser porque a) ha sufrido tantas uperisaciones que ya se lo sabe; o b) estás ante un especimen en vías de extinción al que las estrategias dejan más indiferente que a los madrileños una Coronación. En el caso uno, salid por patas, la venganza sólo viste de látex en los cómics de la Marvel. En el caso dos, dejaos de leches...

Se pasó con el frío, y ahora, mírale como se ha quedao, tó mohíno... Si es que esta juventud....