martes, 22 de septiembre de 2009

YA ESTÁN AQUÍ....



Siempre me he preguntado cuál es el momento en el que decides 'este va a ser mi deporte'; cómo y por qué se produce ese clic en el que el fútbol, el básquet, el tenis o el curling pasan a ser parte esencial de tu vida (y no me refiero a la actividad deportiva que vas a practicar, ésta viene más dada por circunstancias físicas y habilidades innatas que por gusto real; sino a cuál va a ser la que te va a quitar el sueño, te va a hacer sufrir y gozar, te va a tener horas muertas en un estadio o delante de la caja tonta). Y, luego ya, cómo y cuándo te haces de un equipo o de otro.

Yo empecé con el tenis. En París, Roland Garros era un acontecimiento nacional. Todo el mundo, en menor o mayor medida, lo seguía. Eran los tiempos de Connors, Lendl, McEnroe, Wilander, Vilas y Borg (en su reinado absolutísimo). Y ellos, los franceses, tenían a Yannick Noah.

Cuando volví a tierras ibéricas, descubrí el baloncesto. Corbalán, Sabonis, Del Corral, Sibilio, Epi, Solozábal, los hermanos Martín, Biriukov, Montero, Margall, Villacampa, Jofresa... Lolo, Aíto, Diaz Miguel... Y el Gigantes. Porque, sí, yo compraba y leía el Gigantes. En algún lugar debe estar el librito que sacaron con el nuevo reglamento de la FIBA. Me lo empapucé. De cabo a rabo.

Así que, desde tiempos remotos y fuera por lo que fuera, esos dos fueron mis deportes elegidos para sillonbolear. Lo que nunca conseguí fue nacionalizarme de ningún equipo. Hubo un tiempo en el que iba con la Penya (yo creo que era porque el verdinegro joventutiano quedaba bien en mi carpeta), luego me hice supporter del Estu, y así...

Recuerdo el primer partido de básquet que vi en un bar. Fue en El gallo rojo. Temporada 91/92. El Joventut ganó por segunda vez consecutiva el título de Liga. En aquella ocasión, ante el Madrid.
El último, este glorioso domingo, cuando los chicos volvieron a ser los que eran y dejaron claro que lo del principio había sido un mal sueño (del que yo ya ni me acuerdo). ¡¡¡Y viva Rudy!!!

2 comentarios:

La Rata Marcelina dijo...

óle!
ar fin!

Anónimo dijo...

yo también estaba ese día en el Gallo Rojo, pero no en el mismo sillón circular de polipiel. Fantástica temporada la del 91/92...,

incluso para el baloncesto...