O de cómo el químico francés revolucionó, sin proponérselo,
el manual del perfecto Casanova…
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Pasteur uperisa, mientras su mujer, al fondo, sufre |
Recuerdo que en algún
momento de mi apasionante y tapiresca existencia, estudié a Pasteur. Y aprendí
que, entre otras muchas cosas, le debía que la leche y el zumo de mis desayunos
no me agujerearan el estómago, ni me hicieran protagonizar escatológicas
piruetas. Lo que no sabía por aquel entonces, inocente de mí, era que en el
mundo humanoide, el mayor descubrimiento de Pasteur tenía otras aplicaciones más
lúdicas, y que más de uno le iba a tener que agradecer a este señor unas cuantas conquistas.
Porque, aunque se hable poco de ella, aunque no sea trending topic, y aunque la gente le haga menos
caso que Ana Botella a su estilista, ¿quién no ha practicado en algún momento
de su vida la uperisación sentimental-barra-eróticofestiva?
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Pasteur en plan Hamlet:"uperisar o no uperisar, he ahí la cuestión" |
La cosa es
sencilla: consiste en administrar al objeto de deseo largos períodos de
enfríamento seguidos de cortos e intensos momentos de calor. Por ejemplo, tras un
peloteo rápido, efervescente y prometedor a través de alguna aplicación ad hoc suministrar
una de largos silencios y respuestas lacónicas. La intención está clara: el
desconcierto es un arma de seducción masiva; la postergación del deseo, el
mejor de los lubricantes (aunque, ojo con pasarse, mucha uperisación puede
acabar convirtiéndote en una suerte de Narciso Pagafantas); y una de cal y otra
de arena, una de las gloriosas máximas en esto del ligue posmoderno en el que
mostrarse está severamente penalizado y jugar al despiste te convierte en un
deseable y deseado unicornio que habita allí donde el arco iris perdió su
nombre (aka Malasaña). Esta táctica, bien administrada, tiene un 100 % de
efectividad. No falla. Cuando quieras darte cuenta, el objetivo estará rendido,
tocado, mareado, subyugado, enamorado, lobotomizado, enganchado y querrá más,
siempre más de esa medicina que administras roñosamente porque sabes que hay
poquita y que si no, no dura. Y es que nada hay más efectivo para seducir que jugar
al un-dos-tres al escondite inglés; al alma atormentada-caprichosa, o al
misterio rondante-turbante.
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Algún día, toda esta uperisación será tuya, hija mía |
Ahora bien, aunque esta estrategia es hartamente
empleada por varones de todo el mundo, no os creáis, machos pasteuricos, que
estáis a salvo… Ya se sabe que donde las dan, las toman; y la uperisación
empieza a ser moneda de cambio corriente entre los círculos ‘in’. Que tú me das
una de congelador, pues yo te doy una de ártico sin árnica. Y así. El problema
de este cruce entre Pasteurs es que los cortos estadios de bochorno tropical son
tan efímeros que puede ser que no lleguen a coincidir nunca jamás, creándose
así una fantasiosa cuarta dimensión sin puerta de entrada. Si alguna vez os topáis con alguien que
no responde a vuestra uperisación como debe ser (rogando por un signo vuestro,
aunque sea en forma de mísero emoticono) puede ser porque a) ha sufrido tantas uperisaciones
que ya se lo sabe; o b) estás ante un especimen en vías de extinción al que las
estrategias dejan más indiferente que a los madrileños una Coronación. En el
caso uno, salid por patas, la venganza sólo viste de látex en los cómics de la
Marvel. En el caso dos, dejaos de leches...
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Se pasó con el frío, y ahora, mírale como se ha quedao, tó mohíno... Si es que esta juventud.... |
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