jueves, 16 de septiembre de 2010

MARATHON MAN



Antes no me gustaba correr. Creo que sigue sin gustarme. Por mucho que lo haga, y con cierta disciplina, y con bastante continuidad. O sí. O me gusta correr, pero de una extraña manera. Me da cierto placer ponerme a ello, sentir los músculos tensarse, el sudor arracimarse, mis zancadas agrandarse, escoger la música para la carrera, aguantar un poco más, experimentar un gozoso cansancio al subir, de vuelta, las escaleras de casa. Definitivamente todo eso me gusta. Pero muchas veces, demasiadas, preferiría no hacerlo y dedicarme a cosas que realmente me gustan: leer, escuchar música, tomarme unas cervezas, charlar, puntos suspensivos. Eso sí que me gusta. Sin peros. El placer de correr viene tras vencer una resistencia, aunque puede, bien pensado, que ahí radique parte del placer.

Antes no me gustaba Murakami. Y me sigue sin gustar. El otro día una amiga que despotrica de Murakami tanto o más que yo (y me temo que por un juicio tan sumarísimo como el mío: Norwegian Wood le/me/nos pareció una basura; sí, llámadnos talibanes, pero hay veces en las que uno sabe que repetir sería un error) me escribió lo siguiente: "Cuando empecé De qué hablo cuando hablo de correr, me dije: 'Oh, la cagaste con tu lectura vacacional. Este tipo [Murakami] me repele. Peeeeroooo le di tiempo y seguí leyendo y me dije: 'Eh, este es un tío honesto, luchador... mola'. Sí, ahora me cae genial y puede contar conmigo para lo que quiera. De hecho, espero haber aprendido de él y tengo como trabajo acabar con la pereza".

Le pedí el libro en cuestión, claro. Por un lado, ella es/era tan antimurakamista como yo; por otro, el mundo footing -tema, por si no lo han adivinado, en torno a lo que gira el libro- me tiene atrapado. Así que ahí que me puse. Y, y, y me lo leí del tirón y me gustó; pero no. Y me gustó, pero supe -por fin- porque no me gusta él en sus otros libros. De qué hablo... va sobre esfuerzo, sobre disciplina, sobre superación (hay quien dice que es sencillamente el diario de un yonqui). Tres conceptos (esfuerzo, superación y disciplina) que no tengo muy trabajados y que nunca se me han dado. Así que bien. De qué hablo... impulsa a calzarte tus zapatillas, a correr, a sudar y a sentirlo. Así que bien. Pero también De qué hablo... es de una ingenuidad pasmosa. Así que no tan bien. Así que por eso (ah, era por eso) me da tanta tiña Murakami. Me resulta de un simplón que me muero, pero aquí, en las 230 páginas de este libro no me ha importado. Lo que en sus novelas me repatea, aquí me ha resultado entrañable. Porque Murakami repite una y otra vez lo mismo. Te explica una idea de lo más sencilla un par de vueltas o diez como si fuera un razonamiento filosófico de alto voltaje. Lo resumía otra amiga otro día: "Murakami me gusta, pero creo que es literatura para adolescentes". Aburrido, vamos.

Ahora bien, y repito, este libro me ha reconciliado al señor Haruki. Casi al inicio del libro, reflexiona sobre en qué se piensa cuando se corre. Sólo por esas páginas le redimo para siempre. Porque ¿en qué pienso cuando corro? Nunca lo había pensado, valga la redundancia. Y si me pongo a pensarlo, valga de nuevo, tampoco lo sé. Sé en lo que pienso cuando me lavo los dientes, cuando voy en tren, cuando cojo un avión, o incluso cuando hago la compra; pero no puedo decir exactamente en qué pienso cuando corro.

"A menudo me preguntan en qué pienso cuando estoy corriendo. Los que me formulan preguntas de esta índole son, por lo general, personas que nunca han vivido la experiencia de correr durante una larga temporada. Y cada vez que me hacen una pregunta de esta clase, no puedo evitar sumirme en una profunda reflexión: 'Vamos a ver, ¿realmente en qué pienso cuando corro?'. Y, para ser franco, no consigo recordar bien en qué he venido pensando hasta ahora mientras corría.
Ciertamente, los días en que hace frío, pienso un poco en el frío. Los días en que hace calor, pienso un poco en el calor. Cuando estoy triste, pienso un poco en la tristeza. Como ya he comentado, en ocasiones recuerdo de manera deslavazada sucesos que ocurrieron hace mucho. De vez en cuando (aunque esto no me ocurre más que de vez en cuando) me viene de pronto a la mente alguna idea, apenas un esbozo, para una novela. Pese a todo, realmente casi nunca pienso en nada serio.
Mientras corro, simplemente corro. Como norma, corro en medio del vacío. Dicho a la inversa, tal vez cabría afirmar que corro para lograr el vacío. Y también es en el vacío donde se sumergen esos pensamientos esporádicos. Es lógico. Porque en el interior de la mente humana es imposible lograr el vacío absoluto. El espíritu humano no es ni tan fuerte ni tan consistente como para poder albergar el vacío absoluto. Sin embargo, estos pensamientos (o estas ideas) que penetran en mi espíritu mientras corro no son, en definitiva, más que accesorios del vacío. No son contenidos, son pensamientos generados en torno al eje de la vacuidad.
Los pensamientos que acuden a mi mente cuando corro se parecen a las nubes del cielo. Nubes de diversas formas y tamaños. Nubes que vienen y se van. Pero el cielo siempre es el cielo. Las nubes son sólo meras invitadas. Algo que pasa de largo y se dispersa. Y sólo queda el cielo. El cielo es algo que al tiempo que existe, no existe. Algo material, y a la vez, inmaterial. Y a nosotros no nos queda sino aceptar la existencia de ese inmenso recipiente tal cual es e intentar ir asimilándola.
(...)
Mientras corro, tal vez piense en los ríos. Tal vez piense en las nubes. Pero, en sustancia, no pienso en nada. Simplemente sigo corriendo en medio de ese silencio que añoraba, en medio de ese coqueto y artesanal vacío. Es realmente estupendo. Digan lo que digan."

13 comentarios:

Miss Amanda Jones dijo...

Pues mal voy. A mi no me gusta Murakami por la misma razón poco sólida que tú acabas de exponer ("Norwegian Wood") pero es que encima tampoco me gusta correr...
La verdad, me parece que tanto Murakami como Houellebecq siempre la acaban cagando gracias a su empeño de meter escenas de guarrerida aunque sean con calzador, sin darse cuenta de que eso ya está más visto que el TBO y que ya antes en este país lo inventaron los del cine del destape. Eso sí, Houellebecq no es malo, a pesar de todo.

El conejo blanco dijo...

Recién me inicié también en el proceloso mundo del jogging, footing o trote y la principal resistencia que encuentro en mi ánimo es el camino del punto A (mi casa) al punto B (el recorrido). Motivo: el bajonazo de pasearse por las calles con mi chándal de trainspotter. Incluso se me pasó por la cabeza ir a correr con máscara veneciana.
Un amigo, perteneciente al cómite antichandalista, opina que todo aquel que vaya en chándal más del tiempo que se tarda en bajar la basura, debería ser interceptado por la pasma (patrulla antichandalista, para más señas). En plan:
P - "Buenas noches"
C - "Buenas noches"
P - "¿A dónde se dirige usted?"

Si el interceptado puede demostrar fehacientemente que se dirige a la práctica de algún deporte, tiene bula. En caso contrario, multaca.

(Murakami = pajillero con ínfulas)

El tapir Nicanor dijo...

amanda,
de acuerdo en que houellebecq y murakami tienen un gusto por la provocación un poco trasnochado; pero pienso que hay una diferencia abismal entre ambos: houellebecq tiene discurso (repetitoso y amargoso, pero lo tiene) y escribe como los dioses; murakami, ni una cosa, ni la otra
dicho esto: hace mucho que dejé de torturarme con houellebecadas

conejo,
tu ecuación sobre murakami me ha hecho dar palmas con las orejas
respecto al mundo chándal: empieza a correr nada más salir de tu casa. es lo mejor para no levantar sospechas

Anónimo dijo...

cuando corro pienso en los mismo que cuando nado...en todo y en nada

Gran Danés / Milan dijo...

El problema reside en buscar razonamientos filosóficos donde no los hay. No es la intención de Murakami. Otra cosa es la intención del lector. (Kundera lo ha repetido en más de una ocasión: “no soy filósofo, soy novelista”)
El problema reside en buscar lo complejo en lo simple. Los mimbres con los que cose Murakami son los más simples del mundo: el amor, la amistad, la muerte, el suicidio. Otra cosa es que desde hace ya más de dos mil años llevemos haciendo tragedia griega con ellos.
Murakami en lugar de hacerse el Mishima se hace un Salinger y cuenta en Madera noruega, por ejemplo, la historia de una chica en Japón que se quiere suicidar –perdón por el pleonasmo–. Y lo hace desde el punto de vista del suicida (punto de vista en el sentido figurado, no literal). No se pregunta mientras corre maratones “¿por qué?, ¿cuáles son sus motivos?”.
Las víctimas sentimentales de los suicidas, como los lectores anti Murakami, buscan razones y cuanto más complejas mejor.
Murakami, en su lugar, obvia las razones, si es que las hubiere, y se centra en el lirismo y en el vacío que dejan los suicidas. Y choca. Y parece simplón. Tan simple que no se entiende. Y los que están buscando razones no las encuentran y a partir de ese momento juran y perjuran que se centrarán en la literatura para mayores.

Miss Amanda Jones dijo...

Nicanor,
pues eso es lo que digo yo, que Houellebecq no es malo. Cosa que desgraciadamente no puedo decir de Murakami. Que por cierto, habría que ver a quién le molaba si no fuese japonés... porque me parece a mí que lo que a muchos les pasa con él es como lo de la Najwa Nimri, que si en vez de llamarse así se llamara Antonia Fernández seguro que no nos parecía ni tan guapa ni tan molona ni que actuaba tan bien (sinceramente, a mí me parece un coñazo de tía y como diría mi madre, "sin sal ni grasa"). En fin, me estoy yendo por las ramas pero creo que me explico...
Saludos

el brigadier dijo...

A mí sí me gustó Tokio Blues. Al poco de leerlo, tuve una conversación con el tapir donde éste me manifestaba su entera repugnancia por tal libro. A partir de ese momento, comencé secretamente a despreciar a Murakami. Ya ven cuánto criterio tengo, no hizo falta ni siquiera que leyera otra novela suya para que empezara a pensar que este Murakami era un bluff, caca de la vaca. Paralelamente, Murakami empezó a hacerse más y más conocido y esta ascensión suya sólo hizo más firme mi convicción de que era un vulgar escribidor, un hacedor de bestsellers a la bajura de Ket Follen o del cuello de Paulo. Lucia Murakami, Haruki Grandes. Kafka en la orilla, pero qué espantoso titulo. Nada, nada. Pasapalabra.

Antes de verano me atreví con este libro de carveriano título. Me sentía obligado pues, aunque los años se han encargado de erosionar (y redondear, sí) mi antaño enjuta planta de mediofondista, es verdad que siempre he corrido. Parques, playas, riberas, carriles bici, urbanizaciones pequeñoburguesas han contemplado mi algo encorvada figura trotando y resoplando y sudando y subiendo y bajando.

Ahora voy a menudo a nadar, que es más elegante, y no tengo que esquivar señoras de pelo lila o carritos de bebé. Y me siento sospechosamente atraído hacia el triatlon. Pero no dejo de pensar que algún día correré una maratón.

¿el libro? ni fu ni fa. Murakami no es tan malo como quise creer, ni descubre nada que no supiera a pesar de ser (yo) un corredor de pacotilla. Lo mejor para mí es cuando narra su primera maratón, en Atenas.

Por demás, me parece más útil invertir el tiempo en esa pequeña joya que ya dio título a un trotón post de hace unos meses: La soledad del corredor de fondo, de Allan Sillitoe.

Miss Amanda Jones dijo...

A pesar de todo, rompo una lanza a favor de Murakami dando a conocer al mundo mi indignación por haber "traducido" el título original de "Norwegian wood" (canción de los Beatles con la que comienza el libro) por "Tokyo Blues", título ridículo y dirigido a europeos gafapastas en busca de exotismo.

Miss Amanda Jones dijo...

(donde digo "europeos" corrijo y digo "españoles", que en inglés es "norwegian wood" también)

El tapir Nicanor dijo...

Brigadier,
no puedo estar más de acuerdo: La soledad del corredor de fondo es una obra grandiosa

dot dijo...

tapir, has escogido el fragmento perfecto del libro. gracias!

conejito, pásese al pantalón corto. lo agradecerá usted y los demás también. lucir unas zapatillas molonas sube puntos.

gran danés, el otro día vi una peli japo bien sencilla y me dije: qué bien que se dejen de tanto razonamiento y explicación. que las cosas sean sin más. qué pesaditos que somos en occidente.

murakami me caía mal. nunca me paré a pensar la razón. simplemente leí norwegian woods y no me lo creí. sólo vi una construcción artificiosa.
de qué hablo... es lo contrario. y aunque siga sin parecerme un gran escritor, agradezco que haya decidido compartir sus experiencias (nada extraordinarias, es cierto) de una forma tan sincera.
un poquito plasta con tanta modestia, pero bueno, ¡venga murakami! ¡que te invito a unas cañas!

seguro que hay libros mejores, sí.
podría hacer una lista con los que debería leer antes de morir. sólo hacer esta lista sería un sufrimiento (¿me ayudas, tapir?). pero si además lo llevara a cabo, es bastante probable que me suicidara antes de finalizar la tarea. hay demasiado denso imprescindible.

El conejo blanco dijo...

brigadier y tapir,
sumen otro hurra por "la soledad del corredor de fondo". La película también molaba.
Y me acabo de acordar del dentista filonazi que torturaba al pobre Dustin Hoffman en Marathon Man.
Si es que correr es una actividad de alto riesgo... pero a un conejo no le queda otra.

querido punto, también incluyo el pantalón corto en el chandalismo. Valdrían los pantacas de hiphopero?
dicho esto, me apunto lo de las zapas chulescas. A lo mejor incluso las tuneo

Anónimo dijo...

A mí me sucede algo parecido cuando conduzco de noche, sola. Pensar en todo y en nada, y ser consciente de ti mismo de un modo muy distinto al del resto del día a día.

Me gusta mucho tu blog. Pasaré más a menudo.

Pd- A mí de Tokyo Blues algunos fragmentos me parecieron orgásmicos. Eso sí, en otras me resulta un cursi redomado.