

Pensaréis, con criterio, ¿qué coño?... a este bicho se le ha ido completamente la olla...
Y no os faltará razón. Porque ¿qué demonios pueden tener en común la peli/mockumentary -o lo que sea- de Casey Affleck sobre la supuesta decadencia y bajada a los infiernos de Joaquin Phoenix con el libro de Miguel Noguera? ¿Dónde está el puto parecido? Pues así, de primeras, a simple vista y a bote pronto mental: NADA.
Voy a demostrar, sin embargo, que para el confuso y perjudicado cerebro de un tapir centenario como yo, sí hay paralelismos. ¿Cuáles? preguntaréis suspicaces e inquisitivos. EL PENSAMIENTO CHUNGO. Gritaré. EL PENSAMIENTO CHUNGUÉRRIMO. Me desgañitaré. (Me refiero a que ese es el nexo, no a que vuestro pensamiento sea chungo). Tanto I'm still here como Ultraviolencia son dosis de pensamiento chungo, espirales de ideas nocivas, expositores de razonamientos perturbardos. Vomitonas. Con su urgencia, con sus tropezones. Y, sin embargo, sin embargo, altamente placenteros, gozosamente disfrutables, extrañamente divertidos. Una especie de guilty pleasure aberrante. En I'm still here veréis vomitar a Joaquin, observaréis con asombro como se mete rayas antes de que una puta se la fele (kuti) y presenciaréis con un bochorno hilarante sus shows como supuesto rapero. En Ultraviolencia fliparéis con algunas de las ideas de Noguera, os reiréis de sus paranoias, potaréis con algunas de sus descripciones.
Ahí está la cosa. Os causarán un sinfín de sensaciones: risa, asco, fascinación, hilaridad, tristeza, alegría, dolor, daño, asombro, admiración, aplausos, culpa, locura, placer, pena, desarraigo, bochorno, rebelión, revelación, terror, guasa, vergüenza, adicción, incomodidad, reconocimiento, desconfort, libertad, confusión. Mucha confusión. Sentiréis y pensaréis. Y lo haréis de forma diferente. De manera radical. Os pondréis las manos delante de los ojos para mirar a través. No sabréis donde están los límites, ni las líneas. Traspasaréis las rayas de lo políticamente correcto, de lo bueno y de lo malo. Os plantearéis cosas que no se os habían pasado por la cabeza, ni sabiaís que estuvieran ahí, en algún pliegue de vuestra corteza cerebral. No sabréis lo que es verdad y lo que es mentira. Todo será distinto. No entenderéis nada. O sabréis demasiado. No decidiréis si es mero gusto por la provocación o es que sois unos lilas. Os gustará. Os aterrará que os guste. O no os gustará. Y os dará rabia que no os guste. Os perderéis. Os hallaréis. Y sufriréis efectos colaterales: tendréis ultraideas, miraréis diferente. No olvidaréis. Os sentiréis extremos. Seréis extremos. Y todo, todo, todo lo anterior, os hará infinita gracia.
Nota a pie de página:
Hay una cosa muy mala de los transportes modernos y es esa manía de hacer viajes de menos de 24 horas cuyo tiempo de desplazamiento sobrepasa el pasado (despierto) en la ciudad de destino. Fui víctima de una de esas malas ideas este lunes/martes. Regresando de París, en el aeropuerto de Orly (¿existe un aeropuerto con más retrasos, dislates y absurdos que este? No lo creo) me empapucé enterico (300 páginas) el libro de Noguera. Fue un viaje a lo Hunter S. Thompson. Lisérgico a tope. Juro que veía ultraviolencia en todos y cada uno de los tipos que estaban en las salas de espera. Gente con cráteres en la cabeza, mujeres con sombras de coños, bebés con claxon, lentillas de salchicha, rampas, crucifijos malos, suicidas, pipís chulos, verrugas parlantes...