lunes, 27 de octubre de 2008

D FOR DYLAN


Leo Dylan sobre Dylan. 31 entrevistas, una detrás de otra. Voy por la 12. Todavía no han empezado los setenta para Bob. Estoy enganchada. Absolutamente.
Y dos cosas:
1- ¿Qué demonios pasa con las entrevistas ahora? Antes, por mucho que el propio Dylan se quejara de manipulación, daba la sensación de que te llegaba –al menos algo- del personaje. Leías una entrevista de Dylan y era Dylan quien hablaba, no (con todos mis respetos), Maruja Torres travestida de Dylan, o ¿es al revés? Con su verborrea imparable, sus muletillas, sus paranoias, sus desplantes al periodista. Dylan. Sin cortes. Largo y tendido. Se iba, volvía, desconcertaba, maravillaba o epataba. ¿Y qué? Era Dylan. No comprendo esa manía del periodismo actual de “editar” ya no sólo las palabras (costumbre reprobable de partida, cada uno habla como habla, y cada uno habla como es; la elección de las palabras, de las intejecciones y de los tonos nunca es arbitraria) sino también -y oh, horror- las ideas. Con lo cual, al final todos son coherentes, más o menos políticamente correctos, bien hablados y mejor ortografiados...
2. Dylan podrá caer bien, mal o regular; podrá parecer un engreído o un tipo con un talento inconmensurable; un genio o un oportunista; un tipo sincero o un personaje construido a golpe de estrategia e impostura; un visionario o un loco. Podrá parecer lo que cada cual quiera ver, pero leyendo sus diatribas, sus largos o telegráficos desbarres, no se puede negar su brillantez. Imposible no ver la cabeza de un tipo distinto, imposible no reconocer su prodigiosa fantasía, su portentosa imaginación, su capacidad –envidiable hasta la rabia- para contar historias de la nada, su poder para recrear un universo que no está, ni existe salvo bajo su pelo crespo y rebelde. Leerlo es entrar en un mundo genuino, diferente a todo. Leerlo es sentir y entender su enorme facilidad para hacer canciones, para juntar palabras y de ahí sacar tipos que se guardan los ojos en los bolsillos o niñas de 13 años pirómanas. De la nada. Ahí están. Como si siempre hubieran estado esperando a que el señor Bob te lo contara. Sin pausas y sin aliento.

3 comentarios:

Robin dijo...

Qué razón tienes tapir, qué risa me ha dado, con lo del travestismo periodístico en este país

sólo dejo una pregunta, blowin' in the air:

¿puede no gustarle a alguien Dylan, puede no convencerle, o eso significaría automáticamente que esa persona es imbécil?

El tapir Nicanor dijo...

un escritor dijo una vez en la tele:
"a quien no le guste dylan es que es gilipollas"
yo no digo nada

La Rata Marcelina dijo...

YA,
pero ese escritor se ha hecho mayor y ahora acecha a veinteañeras que escuchan el canto del loco...