jueves, 2 de julio de 2009
LA LEY DE LA GRAVEDAD
Hace menos de tres meses fallecía Millard Kaufman, el creador de Mr. Magoo, un personaje que a mí siempre me encantó. Cegatón, petiso (qué hermoso palabro), pelón y narigón, sus aventuras me hacían carcajearme una y otra vez. Recuerdo con alborozo sus pantaloncitos, sus sombreros, sus elegantes abrigos y, sobre todo, sus camisas blancas de manga corta. También su coche. Por no hablar del inicio de su show en el que las 'oes' de Magoo hacían las veces de gafotas del entrañable viejales. Y en mi particular y peculiar -como cualquiera que se precie- memoria, la imagen de Mr. Magoo está asociada por siempre jamás a la de Karl Malden. Por el naso, por las cejas, por la boca, por el cráneo. Mi madre y yo solíamos llamarle "el actor de la nariz de manzana". Kaufman tenía 92 años cuando un fallo cardíaco le puso el the end; Malden, 97 cuando ya no despertó. Karl Malden. Demonios. Crecí viendo películas de este tipo. Un tranvía llamado deseo, Forja de valientes, La ley del silencio, Patton, El precio del éxito, El beso de la muerte, Yo confieso, El hombre de Alcatraz... Todas las que no recuerdo. Pero si pienso en Malden en la pantalla, me viene una y otra vez El rostro impenetrable que, seguro no es, ni de lejos, su mejor película. La tengo desdibujada como tantas otras. Pero sí tengo presente el polvo. El rojo. Y el silencio.
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1 comentario:
El rostro impenetrable, me acordaba de ella (y de algunas otras) cuando estuve haciendo el mono por el desierto de Sonora.
Requiescat in pace.
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