miércoles, 26 de agosto de 2009

EL GRAN ESCAPISTA



Creo que llevaba dos años con ganas de verla, y en vista de que todo indicaba que jamás la iban a estrenar aquí, decidí que tendría que ser por otros medios alejados, snif, de la gran pantalla. Así que el domingo (día bastante adecuado, la verdad), por fin, lo conseguí: vi I'm not there.

Y bueno. Juro que le puse empeño. Juro que estuve atento. Juro que intenté ser benevolente. Lo juro. Pero, ¡por todos los demonios!

No niego que la idea de la película no sea buena, no niego que el planteamiento así a priori no me parezca de lo más atractivo, no niego que no tenga algún momento maravilloso, no niego que no haya preciosidades estéticas, no niego que no tenga algún hallazgo que roce lo genial (ese momento en el que Dylan y sus chicos se suben al escenario y ametrallan al público para explicar el paso de lo acústico a lo eléctrico me pareció de lo más ingenioso)... No lo niego. Pero la sensación final es la de ¿¿y??

¿Qué pretendía Todd Haynes con I'm not there? Si lo que quería era rebuscar en las entrañas de Dylan, no creo que lo haya conseguido. Porque si no tienes ni la más remota idea de la vida y milagros de Bobby, simplemente no entenderás nada. Y si eres dylaniano a ultranza, tampoco sacarás gran cosa en claro. Lo que es seguro es que pertenezcas al primer o al segundo grupo, disfrutarás mucho más de cualquiera de los documentales que se han hecho sobre el cantante (de hecho, las mejores secuencias son las que están 'copiadas' tal cual del Don't look back o del No direction home).

¿Por qué todo el mundo ha flipado tanto con la interpretación de Cate Blanchett? Vale, es cierto, no es fácil hacer de hombre cuando no se es, pero ahí acaban, desde mi punto de vista, los méritos. Cate parece una caricatura de Dylan: su forma de caminar tan exagerada, las hombreras de sus chaquetas tan exageradas, hasta sus pantalones lo son (exagerados)... Y ese pelo, no. Ese no era el pelo de Dylan. Me quedo mil veces y una con el Dylan de Christian Bale.

Pero lo que realmente más me fastidia es ¿por qué no me emocioné? Soy dylaniano a muerte. Don't look back me pareció un retrato impagable y me hizo entender los motivos por los que Dylan es Dylan -diferente al resto, a cualquier otro-. No direction home me resultó un documental perfecto, un acercamiento riguroso a la leyenda con momentos para el recuerdo. Las Crónicas de Dylan me fascinaron. Y, sobre todo, encontré que Dylan por Dylan era -este sí- una lúcida y honesta semblanza del hombre de las mil caras que parece no estar nunca del todo donde está, como en permanente huida de todo y de todos -incluido de sí mismo- (porque, sí, en el libraco de entrevistas de Dylan están todos los Dylanes -y alguno más- insinuados en la película de Haynes). Entonces, ¿por qué no disfruté del caleidoscópico y escapista Bob de Todd & friends? ¿Tenía un mal día? ¿O el mal año fue de Todd?

2 comentarios:

Charleston dijo...

ha de ser muy difícil hacer una foto de Dylan. hay mil perspectivas posibles, cómo la enfoco?. y es un camaleón, me va a salir confusa. por si fuera poco, brilla hasta deslumbrar, uff, esto es un inconveniente para la Polaroid.

no, para nada, imposible: un retrato de alguien que supo ver y contar antes y mejor quye nadie aquello que acuciaba a los de su generación resultará al revelarse necesariamente cristalino.

entonces no, me equivocaba. ya que algo, de alguna manera, va a resultar sugerente en el resultado.

urraca dijo...

Puff...yo me dormí.