martes, 18 de agosto de 2009

IN BOLT WE TRUST


Carl Lewis y Ben Johnson se enfrentaban en el año 88 en los Juegos Olímpicos de Seúl. Yo iba con Ben. A muerte. No sé bien el porqué. Imagino que por llevar la contraria (todo el mundo estaba enamorado del hijo del viento), porque Ben me parecía más de verdad (tenía ese punto justo de chulería), porque sus salidas eran las de un toro al que le abren el toril (esos ojos inyectados en sangre), y, sobre todo, porque era canadiense (desde mi más tierna infancia, arrastro una clarísima inclinación por este país). Así que mis hermanas y yo nos levantamos ex profeso de madrugada (la de un sábado, si mal no recuerdo) para presenciar en tiempo real el mítico duelo. Pusimos el despertador (¿a las tres de la mañana?) para ver, con la legaña pegada, apenas unos segundos. Pero qué segundos. Y sí, sí, sí, venció Johnson. Una salida explosiva, unos reflejos dignos del más despiadado predador y una musculatura al rojo vivo. En la meta, ese dedo alzado mirando a Lewis, ese uno dedicado al chico listo de la clase. Oh, yeah! Me acosté feliz, feliz. Creo que ya entonces había desarrollado una fijación de la que no consigo desprenderme: que no siempre ganen los mismos, que no siempre triunfen los mejores, que no siempre se coronen los más listos, que no siempre se lleven el gato al agua los más guapos y que el reino prometido no sea siempre de los más altos. Justicia poética, me enteré luego que se llamaba la quimera. Triunfante aparecí el lunes en el colegio. Un 'ya os lo dije' colgando de mis labios. La satisfacción me duró un día. Creo que el martes ya se destapó el pastel. El canadiense iba hasta las cejas. Engaño y frustración. Humillación en las filas escolares. Siempre que veo correr los cien metros lisos me acuerdo de esa imagen. Siempre lo haré. Por los siglos de los siglos.



El verano pasado (sí, el de los Juegos Olímpicos, qué felicidad, ya sólo quedan tres para que vuelva a suceder, ay, qué bien, qué respiro, qué alivio); el verano pasado, pues, Bolt voló. Y ya lo escribí aquí, para mí fue EL momento 2008. Ni pelis, ni libros, ni canciones, ni nada. Usain corriendo, abrazando el aire y dejándose caer antes de llegar, y aún así pulverizando el récord mundial. Sobrenatural. Tocado por los dioses. Vi esa carrera una y otra vez. Tal era el placer que me provocaba. Una amiga decía que repetía a modo de mantra su nombre. Usainbolt, usainbolt, usainbolt. No sé si era un extraño conjuro, pero lo cierto es que sonaba bien. Y ahora, de nuevo. En esta ocasión, monsieur Bolt ha apretado -casi- hasta el final y ha vuelto a mandar a paseo otro récord, ese, el que, ante el estupor del mundo, había marcado él mismo en Pekín. Tan ricamente. Y me he puesto la carrera en repeat hasta quemarme las pestañitas. Bolt corre como un animal. Mientras los demás sudan, se esfuerzan, se tensan, controlan sus brazos para que tengan mayor penetración en el aire, mueven sus piernas como si fuesen robots aerodinámicos; Bolt lo hace como un felino, disfruta cada zancada, goza cada respiración. Vida en estado puro. Un suspiro de alegría. La celebración de la velocidad, de la superioridad de su velocidad. Tiene esa cosa que sólo tienen los animales, que parecen pegarse a la tierra cuando hace falta, elevarse si es necesario. Su cuerpo se mueve entero, de una pieza. Perfectamente armónico, maravillosamente coordinado. No es un amasijo de músculos, es uno. En estado de alerta. Mientras todos los demás dan la sensación de estar pensando en cómo mejorar la fórmula del viento, en cómo arañarle una décima de segundo al tiempo, concentrados en alargar su zancada, programados para optimizar sus movimientos y rentabilizar cada respiración; Bolt simplemente corre. De manera innata. Corre. Puro instinto. Y por eso resulta tan hermoso. Y por eso es tan emocionante. Y lo que nos queda...


Nota a pie de página:

Y cómo me gusta Murray. Ese juego que se gasta tan a lo Borg, de yo ni me despeino... Y conste que soy fan de Tsonga, esa explosión de persona, capaz de lo mejor y de lo peor. El otro día, uno de los comentaristas de la 2 en la retransmisión Murray-Tsonga lo clavó: clásica contra hip hop.

5 comentarios:

violetillarieperlas dijo...

He de decir que yo nunca he sido demasiado aficionada a ver deporte en general en la televisión, pero sé que recordaré los juegos olimpicos gracias a ese hombre. Yo también vi una y otra vez las carreras que hizo y aun no lo entiendo.

seven eleven dijo...

Lo siento, pero a mi me huele que que Bolt también va hasta las cejas, solo que de algún producto que aún no está en la lista del doping.

El tapir Nicanor dijo...

probablemente vaya hasta las cejas
pero hasta que llegue el desastroso momento en el que le pillen, soñemos...

dot dijo...

no me cansaré de repetirlo: estoy convencido de que toma más de un actimel al día, el muy cabrón...

La Rata Marcelina dijo...

las calcamonías que decoran su piel lo delatan:

va de bollicaos