martes, 4 de enero de 2011

UNA ROSA ES UNA ROSA



Mi madre ha tenido y tiene una mano espectacular para las plantas.
Recuerdo que la palabra esqueje me acompañó de pequeño.
'Cógeme un esqueje de ahí'.
Mi madre había montado en la parte trasera de casa un 'laboratorio', así lo llamábamos. Una tabla, un par de borriquetas y unas cuantas macetas. Frascos y plantas. Ahí hacía ella sus experimentos. 'A ver si agarra', 'lo tengo que trasplantar', 'hay que ponerle una guía'. De entre todos los ensayos vegetales de mi madre, el que mejor se le daba y se le da eran y son las rosas. Rosas de todos los colores (pero nunca muy fuertes, siempre en tonos desvaídos, indeterminados, difusos), gordas como puños o más finas, con un olor de vértigo o casi sin aroma. Rosas. Y mi madre se inventaba colores. No sé cómo. Pero en mi recuerdo así era. Ideó una rosa a la que llamó Nicanor. Era de un rosa muy débil, casi blanco, suave y con un olor que aún me viene si me concentro. La rosa Nicanor.
Todo eso he recordado -el jardín de la infancia, y los guantes, y la tierra, y las tijeras de jardinería- al leer Las rosas de Eça de Queirós. Un artículo periodístico de esos cuya lectura proporciona gran placer. Sobre la historia de la flor de flores (por mucho que a mí me guste más la hermanita pobre, la margarita), sus más y sus menos con la iglesia católica (hasta para relacionarse con plantas, tiene sus cosicas la empresa más duradera de la humanidad) y su conversión en símbolo político. Se lee en un interludio. Abres los ojos y los cierras. Y ya. Como comerse una violeta.

2 comentarios:

Luna dijo...

Te leo y sigo tu blog hace tiempo. Nunca te he dejado nada escrito. Soy casi invisible, hasta hoy.

Me ha gustado tu post. Ha sido distinto, probablemente porque hablas de recuerdos que tienen que ver con tu madre, con momentos asociados a épocas felices.

Gracias.

Anónimo dijo...

A mi madre también le encantó siempre el concepto esqueje. No con tanta mano como la tuya pero con incansable fervor por el hecho de traer un esqueje a casa.