miércoles, 24 de febrero de 2010
COGER LA OLA
No me gusta Godard. La primera en la frente. No me gusta Godard. Une femme est une femme me hace mucha gracia. Vivre sa vie me encanta. Pero luego unas cuantas más que he visto de este tipo me acaban resultando aburridas por lo impostado. Ni siquiera la célebre Á bout de souffle. Una colección sin vida de maravillosas fotografías en blanco y negro con unos guapos guapísimos Belmondo & Seberg, el colmo de lo cool (lo digo sin atisbo de ironía). Godard se me antoja, sí, un excelente fotógrafo. (Me corrige un amigo: "el fotógrafo de toda esta época de Godard no es Godard, es Raoul Coutard -aparece llevando la cámara en el plano inicial de Le mépris-. Cuando dejaron de trabajar juntos, su estética se resintió un rato").
Aún así, aún así, el sábado por la tarde fui con un amigo (dellamorte, para más señas: no me convenció para el horror de serie b del viernes noche, yo sí para nuevaolear un poco) a ver Le mépris. De Godard, sí. Hacía mucho que quería ver esta película. Por varios motivos:
a. porque varios amigos (el de la puntualización del primer párrafo, entre ellos) me habían dicho que, aún renegando de Godard, ésta me iba a gustar; y ya he dicho, una y mil veces, de mi poco carácter, de mi nula voluntad, de mi infinita disposición a ser convencido, y de mi tendencia natural a tropezar una y mil veces, mil y una si necesario, en la misma piedra.
b. porque hace mucho que tengo curiosidad por esta película. Leí el libro, de Moravia, hace unos ocho años. En Ediciones GF Flammarion, con un precioso fotograma -la Bardot con peluca negra, Piccoli, con sombrero- en la portada. Y lo recuerdo como un retrato perfecto, implacable, cruel y lúcido de lo que supone el acto de desenamorarse, el acto de juzgar y despreciar lo que una vez amaste y ya no.
c. por la Bardot, por Piccoli, por Lang y por Palance.
Así que ahí que nos fuimos dellamorte y yo, armados hasta los dientes de buena voluntad. Dellamorte la había visto ya, y aunque tampoco fan de Godard, se dejó embaucar: no recordaba nada o casi nada de la película, sólo -me dijo- jerseys rojos de cuello vuelto -lo cual se demostró luego ser una tuampa, que diría Data, de la memoria: rojo había un rato, en toallas, jerseys de pico y rebecas, pero de cuellos vueltos, nasti di plasti-.
Tras algo más de una hora y media que se nos hizo interminable (y que se convirtió en un concurso de bostezos entre dellamorte y yo: un duelo a muerte que quedó en unas merecidas tablas), una buena sucesión de escenas infumables y una frase para el recuerdo (que no fue de la película sino de dellamorte: "tengo la sensación de que me están escatimando información en los subtítulos" -sospecha, por otra parte, más que fundada-); salimos a la calle, un tanto lobotomizados, otro poco hastiados.
"¿Cómo se me había podido olvidar?" fue lo primero que soltó dellamorte aún en el hall del cine. "Nunca más", fue lo segundo (no sé si refiriéndose en concreto a esta peli, o en general a todo Godard; me temo que era un concepto más general: lo segundo, vaya).
"¿Dónde está el libro?" fue lo primero que yo dije una vez hube recuperado el don del habla.
Convinimos ambos, eso sí, en el culazo de la BB, en lo bonito de Capri, en lo bien que queda Jack Palance en cualquier película, en lo chulo del color (a pesar de la copia, qué copia...) y en lo ceñidísimo que llevaba el cinturón el pobre Piccoli (quien, por cierto, dellamorte, sigue vivito y coleando).
Y acabamos hablando, muy pronto, de Perversidad, de Perdición, de La mujer del cuadro y de Belén Estebán.
Mi amigo, el de Coutard, me escribe:
me gusta mucho godard
pero cuando vi por primera vez una peli suya
sapos y culebras
y ya era un cinéfilo con un cierto paladar
la primera vez que vi pierrot le fou aquello me pareció una tomadura de pelo
la segunda, en parís, en una copia restaurada, en una tarde muy mala
toqué la felicidad con los ojos
hubo un clic que no sabría explicar del todo
varias de sus pelis me han enseñado a ver cine
no voy a intentar convencerte de nada
diosss me libre
le mépris es una peli que puede resultar muy chula
probablemente lo sea más cuanto menos se sepa de godard y de la nouvelle vague
asín lo pienso
pese al escozor de vos y dellamorte
y sí, fritz lang en su etapa americana es lo más grande que puede haber y habrá
pero una cosa no niega a la otra
no es una casualidad que esté en le mépris
lo que entonces estaba haciendo godard le parecía a lang muy interesante
y algo aún más significativo:
le daba envidia que pudiera hacerlo
algo que nunca le permitieron a él
en el fondo casi te podría decir
vosotros os lo perdéis jajajaja
porque los que lo disfrutamos lo hacemos a fondo
y no es por impostura, te lo aseguro
Otro amigo que de cine sabe un rato, me escribe a su vez, y por contra:
Me gusta "Le Mepris", pero por motivos muy personales. Por la música, básicamente. Por el arranque y por el cuerpo de Briggitte Bardot. Por alguna cosita más. Por Jack Palance, claro.
Pero creo que es arbitraria y algo tontorrona. Una modernez, en realidad.
Ya te digo, la defiendo más por cosas extracinematográficas que por la película en si.
¡A POLEMIZAR!
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Este post me ha recordado a esa gran frase de Vilque “Agosto en un medio de comunicación es como una película francesa: nunca pasa nada”. Yo ante esto lo que haría es verme la Gran Evasión por enésima vez y santas pascuas. Como oler granos de café entre perfume y perfume.
:)
Me flipan los de casadeputas, by the way.
Si algo no me gusta, le pongo música!
http://www.youtube.com/watch?v=V3dIyOMysCk
Hola!Que gustico da leerse coprotagonista de una entrada en este blog. Aprovecho para hacer un par de apreciaciones y un agradecimiento.
La música, bien. Repetir el mismo motivo musical hasta la saciedad, no tanto. En castizo: hasta del mejor culo se cansa uno.
Lo de los subtítulos. Fritz Lang y Piccoli conversan. Fritz Lang hace referencia a algo que había escrito un/a tal BB . Piccoli repone: ¿BB?¿Bertold Brecht?. Fritz Lang asiente...Pues bien, la persona responsable del subtitulado no consideró necesario que apareciera el subtítulo "Bertold Brecht", ¿por qué? ¿porque no venía en el diccionario? Y todo así. El efecto "lost in translation", grandes parrafadas que los subtítulos resumían en una o dos escuetas frases.
Y las gracias, por supuesto, para Nicanor. Por relatarlo todo, por no dejarse nada. Por hacer de El desprecio -ahora sí, espero- algo inolvidable.
Publicar un comentario