viernes, 6 de noviembre de 2009

LA IMAGINACIÓN AL PODER



Érase una vez que se era un tapir que, habiendo sido gran devorador de libros, no encontraba lectura que le satisficiera. Los volúmenes a medias se amontonaban en un rincón. Se sentía perdido, condenado al ostracismo poético, excluido del paraíso literario, abandonado por los dioses de las letras, castigado al rinchi de la filología... Así que ahí estaba preguntándose qué hacer cuando cayó entre sus pezuñas Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift, editado por Mondadori. No lo había leído, o quizá sí, pero en una versión de esas abreviadas para niños. Se armó de valor y decidió intentarlo. Y disfrutó, y se rió, y pensó, y se maravilló. Se solazó con el portentoso ejercicio de imaginación de Swift. Se deleitó con los avatares y peripecias del intrépido viajero Gulliver en tierras fabuladas y fabulosas. Se interesó por las costumbres y usos de las gentes de Lillliput, Brobdingnag, Laputa y el país de los Houyhnhnms. Quedó deslumbrado con la inteligencia del autor para trenzar una feroz sátira del ser humano sin parecerlo. Admiró la capacidad de Swift para lanzar sutiles e irónicas reflexiones filosóficas sobre los engranajes de la sociedad que nos hemos inventado. Se reconoció lo ridículos que somos, 'basta -se dijo- con cambiarnos medidas y proporciones, trasladar maneras y prejuicios a otro lugar con los suyos propios, para que quede en evidencia nuestro absurdo'. Y subrayó alguna frase: "el grueso de tu raza constituye, en su conjunto, la especie más maligna de odiosos y pequeños bichos a los que la naturaleza haya jamás permitido deslizarse por la superficie de la Tierra". Pero, sobre todo, sobre todo, se lo pasó en grande. Gozó como un enano. Cuando terminó la aventura -que se le antojó un irreverente y lúcido ejercicio de antropología-, el tapir se sintió un poco como el protagonista del libro: cansado de haber visto tantas cosas y un poco ajeno, como si él también hubiera vuelto de unos cuantos viajes que le hubieran hecho ver lo relativo de casi todo.

3 comentarios:

dot dijo...

querido tapir, qué suerte la tuya!
(re)encontrar este libro en un momento de desasosiego lecturil.
sin duda, una maravilla.

el brigadier dijo...

fantástico libro y de vigencia aterradora a pesar de ser escrito hace casi 300 años!
Cuentan que el clérigo Swift, inventor del nombre Vanessa entre otros méritos, empezó a perder la cabeza y a despedirse de sus amigos con la fórmula "Ha sido un placer, espero que sea la última vez que volvamos a vernos". Sus últimos años los pasó confinado en sus aposentos, repitiendo incesantemente "soy el que soy", último asidero ontológico de su cabeza demenciada.

Charleston dijo...

desde luego a uno le entran ganas de bucear entre las hojas viajeras.
hacía mucho tiempo que no veía ese dibujo. tal vez sea sólo en este instante, pero ahora me dice mucho. sobre como los arbustos se vinculan con aquellos que son grandes árboles. sobre el miedo a lo diferente y sobre la apología de la enanez mental.
en definitiva, que la idiotez impera y manda.
otros momentos menos misantrópicos, afortunadamente más, quiero creer que no. no lo sé