viernes, 12 de marzo de 2010
ABRE LA BOCA. De piños y puños. (2ª parte)
Durante los últimos diez años, cada vez que hablo un rato sobre piños (esto ha quedado raro, ¿el diente como tema de conversación?; y lo que es más, ¿como tema de conversación recurrente?), me acuerdo de ese trozo de Experiencia, en el que Martin Amis cuenta que su madre solía decir que los españoles teníamos (¿tenemos?) la dentadura como si fuera un catálogo de frutos secos. Aquella comparación me hizo reír a lágrima viva, además de resultarme de lo más gráfica. Visualicé una boca llena de pasas, kikos, y, ¿por qué no?, algún pistacho. A lo que iba: la segunda tanda de microrrelatos bucales. De nuevo, gracias y pleitesías y reverencias.
5.
Mi mandíbula está loca.
Estoy bien. Estoy bien. Todo va bien.
Lo único que ocurre es que mi mandíbula está loca.
Ella aprieta, rechina o decide quedarse atrás, demasiado atrás.
Está empeñada en llamar la atención y es capaz de todo.
Sé cuáles son sus intenciones reales.
Está en guerra con mis incisivos superiores.
Está harta de quedar siempre por debajo.
Así que por la noche sueña.
Sueña que consigue ir hacia delante,
Tanto que los incisivos inferiores quedan por delante de los superiores.
Entonces aprieta aún más fuerte hasta quedar enganchada.
Y una vez ahí, tira hacia atrás, arrastrando hasta hacer añicos todo lo que está a su paso.
Mi mandíbula es intratable, pero le estoy empezando a coger cariño.
6.
Oslo, primavera de 2002. Sólo pregunté si podría llamarla alguna vez. No imaginaba que el tipo, enorme, tardaría menos de un segundo en abalanzarse sobre mí, tirarme al suelo del bar y patear, alternamente, mis riñones y mi cabeza hasta hacerme perder el conocimiento. Doce días hospìtalizado, nueve kilos y seis dientes menos. No tuve necesidad de llamarla, ella se encargó de mi defensa, de administrar la indemnización, de comprar los billetes de vuelta y conseguir el nuevo apartamento. Al sur del sur. Ahora duerme, por eso los auriculares. ¿Qué escucho? Vainica Doble. Esa de "rubias gentes me tienen compasión porque me falta algún diente y entre dientes me río yo".
7.
Siempre quise morder una piedra. Cada vez que ando por un caminito de piedrecitas me apetece chuparlas. Tampoco me pierdo un camión descargando piedras para mezclar con cemento. Me gusta el sonido. En la playa no puedo evitar meterme chinos en la boca. Un día sentí el mismo deseo con una columna. La mordí. Suave. Luego más fuerte. Me rompí un cachito de una paleta. Fui al dentista. Le dije que estaba jugando en el patio y que me empujaron. Pensó que yo era gilipollas. A mis 9 años yo pensé que el gilipollas era él por tragarse aquello. Ahora sigo chupando los chinos de la playa. Las playas de arena fina no son para mí.
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2 comentarios:
jeje... me ha encantado la mandíbula loca...
Ahora mismo estoy muy sensible con este tema.
Estoy en pleno "primero haremos endodoncia... en otra sesión rellenaremos el hueco y colocaremos un tornillo... y por último colocaremos un nuevo empaste sobre el tornillo".
No hago mas que pensar en si pitaré cuando pase por algún scaner de seguridad y en cuantas explicaciones tendré que dar.
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