miércoles, 8 de abril de 2009

EL HOMBRE QUE AMABA A LAS MUJERES


Cuando uno empieza un tocho de casi mil páginas, pueden ocurrir dos cosas (a no ser que se tenga una explanada de tiempo infinito por delante. No es mi caso):
- que jamás lo termine,
- o, que lo devore como si le fuera la vida en ello
A mí me ha sucedido con 'François Truffaut' de Antoine de Baecque y Serge Toubiana, lo segundo. Esa sensación de no querer terminar, pero de no poder parar. Como el sexo.
Anoche lo terminé. Y como en todas las despedidas, traté de alargar el último momento hasta lo imposible. Cerré el libro, manoseé la portada, volví a leer algún subrayado, recorrí las páginas con las esquinas dobladas. Y como en todas las despedidas, la tristeza hizo presa y me invadió esa sensación de desmaparo de cuando le dices adiós a alguien, de cuando dejas atrás una ciudad. La hora de volver. La hora de la melancolía, esa cosa tan francesa, esa cosa tan Truffaut.

Voy a escribir poco o nada sobre 'François Truffaut'. Porque habría mucho que decir, porque está maravillosamente escrito, porque no sabría por donde empezar. Leedlo. Leedlo. Si os gusta el cine. Si os gusta Truffaut. Si ni una cosa, ni la otra. Porque os perderéis en el retrato de un hombre casi decimonónico. Porque encontraréis mucho amor y mucha vida a lo largo de estas casi mil páginas. Porque sabréis de un ser apasionante y apasionado, carcomido por las dudas y las incertidumbres, repleto de incógnitas e interrogantes, dubitativo, emprendedor, perseverante, indeciso, tenaz, talentoso, fracasado, exitoso, triste, alegre, débil, fuerte, vulnerable e incompredido a ratos. Viajaréis de la mano de un hombre que fue muchas cosas, salvo indiferente. Como en las grandes novelas, iréis trazando el retrato de un tipo complejo y lleno de contradicciones, alguien que adoraba la vida -de ahí que sus películas rezumen verdad- pero que parecía saber vivir sólo de una manera: haciendo películas. Le veréis redimirse de una infancia cuasi delicitiva a través de algo sin lo que probablemente habría muerto: el cine. Aprenderéis a conocerlo, a miraros en él, a odiarlo y a quererlo. Seguiréis los pasos de un hombre que intentó ante todo ser libre, vivir como quería o como pensaba que quería, y hacer lo que quería y como creía que quería. Sufriréis con sus reveses económicos, profesionales o sentimentales. Os alegraréis con sus conquistas y con sus hallazgos. Le seguiréis en la epopeya que, al fin y al cabo, es vivir, o al menos, intentarlo. Y, quizá y con un poco de suerte, encontréis algunas respuestas al caleidoscopio. Al vuestro.


1 comentario:

El conejo blanco dijo...

Cuenta la leyenda que Truffaut paró una vez a recoger a un autoestopista en la carretera. Para romper el incómodo silencio, Truffaut le pregunta al bueno del mochilero si es un amante del cine. ¡Por supuesto! - responde el tipo. Hablan un rato y al darse Truffauf cuenta de que la ignorancia del otro es palmaria, le larga con cajas destempladas. O sea, con el coche en marcha.

Supongo que a eso se refería cuando decía que el cine es más importante que la vida.

Grande Truffaut. Incluso para los de la orden de los godardianos como yo.