viernes, 1 de mayo de 2009

DE DONDE NO SE VUELVE



ACTO 1
Sin fecha
Mi primer Peter Pan, imagino, fue el de todos. El de la factoría Disney. No recuerdo la película. Aunque la vi. Seguro. Sí se me aparece el cuento de tapas blandas y páginas garabateadas. Letra gorda y dibujos enormes. Mi ilustración favorita era la del cocodrilo con el tic tac escapándosele de entre los colmillos ante un enfurecido Capitán Garfio. Esa imagen de un Peter Pan vestido de verde, con pelo naranja y gesto de ardilla permaneció mucho tiempo. Inmutable.

ACTO 2
Enero 1994
“La percepción literaria es una percepción titánica. Como titán es aquel que vuelve de la locura.
Traigo recuerdos del País de Never More: el ojo de una bruja, la cola de una sirena y el gusto de Garfio por las frases de buen tono.
Duro es el precio a pagar por tan sólo la cola de una sirena.
Que los viejos la admiren, como a Susana, e imaginen su rostro.
Yo me esconderé en el Arbol del Ahorcado”
Así termina el prólogo de Leopoldo María Panero a una preciosa edición ilustrada (colección Nuncajamás) del Peter Pan de James M. Barrie, con traducción y propuesta para un guión de cine de propio Panero. La compré no sé dónde, ni por qué, ni cómo. Ahí descubrí otro cuento. Como dice Panero en su introducción: literatura esquizofrénica, literatura del terror. El Peter Pan de Barrie supura crueldad por los cuatro costados. Peter Pan es un hermoso, desmemoriado e imaginativo pequeño dictador, egoísta, narcisista, despiadado, arrogante, temerario (por no decir kamikaze), indolente y déspota. Wendy es aburrida, juega a ser la perfecta madre victoriana e intenta, por todos los medios, 'convertir' al díscolo Peter. Campanilla es mandona, celosa, coqueta -en el peor sentido del término- y terriblemente caprichosa. Los piratas son de un sadismo atroz. Los niños perdidos, inquietantes. Ni los padres se salvan. Como será la cosa que el Capitán Garfio acaba resultando entrañable, fascinante por su ingenio, sus contradicciones, sus exquisitos modales y sus brillantes sentencias. No hay buenos al uso, ni malos malísimos. Las reglas morales se resquebrajan. El reino de lo ambigüo y lo dual. Lo real, la vida; y lo fantástico, el juego. El sueño y la pesadilla. El bien, el mal y la muerte. La historia subterránea de Peter Pan tiene más que ver con oscuridades, traiciones, rivalidades, naufragios, miedos, huidas, frustraciones, mundos paralelos, deseos de eternidad y juegos de espejos que con un feliz, inocente y simplón cuento de hadas (por mucho que haya pasado a la historia como tal, edulcorado por mr. Walt).

ACTO 3
Febrero 2005
Un desafiante Michael Llewelyn Davies (uno de los niños que inspirarían a James M. Barrie su famosa historia) disfrazado de Peter Pan me reta desde la portada de un libro. "Jardines de Kensington", de Rodrigo Fresán. Probablemente de lo mejor que lei aquel año. Se abre con una cita de Barrie: “Lo mejor de todo es ser niño. Lo segundo mejor de todo es escribir sobre ser niño. Dios fulmine a todo aquel que escriba una biografía sobre mi persona”. Fresán se aplicó el cuento y tejió algo que no sé cómo definir, pero que tiene poco de biografía. Un viaje a través del tiempo, de las décadas y la memoria; con Peter Pan y su inventor como telón de fondo, resonando como un eco por encima o por debajo. No recuerdo mucho más. Han pasado ya más de cinco años. Pero sí la sensación de exceso, de clarividencia, de lucidez, de adicción, casi de obsesión que se me produjo la lectura de "Jardines de Kensington". La niñez -su fragilidad y su final-, la muerte, el pasado, el tiempo, la memoria. Probablemente uno de los libros que más he re’algo’: rememorado, regalado, recomendado, relatado.

ACTO 4
Diciembre 2005
Siruela saca "Peter Pan. El niño que no quería crecer", la obra teatral de Barrie por primera vez traducida al castellano. Tapas azules y naranjas. Inevitablemente -llevábamos demasiado tiempo esquivando la comparación- en el prólogo, Francesco M. Cataluccio, califica a Michael Jackson como la moderna reencarnación de Peter Pan (¿no sería más bien el alter ego moderno de James M. Barrie?). De aquí sólo rescato una frase, lo suficientemente desasosegante como para encerrar todo el complejo mundo de este falsamente calificado 'libro para niños'. Es de Peter y dice: “Morir sería (o será, según la traducción) una aventura sensacional”. ¿No suena acaso la proclama a líder de secta, más teniendo en cuenta que él que la pronuncia es inmortal? ¿O es un grito lastimero de criatura castigada por los dioses a vivir eternamente? Y, por cierto, ironías del destino, Peter Llewelyn Davies (el Peter Pan de carne y hueso que Barrie usó para crear el mito) se suicidó arrojándose a las vías del metro de Londres, en 1960, a los 63 años de edad.

ACTO 5
Abril 2009
Una tal Silvia Herreros de Tejada acaba de ganar el Premio de Ensayo Caja Madrid por "Todos crecen menos Peter. La creación del mito de Peter Pan por James M. Barrie". Un quién es quién, un qué puede significar qué, una fascinante sesión de psicoanálisis -Freud y Jung, mediante- con Barrie y sus criaturas -y tú, y yo- sentados en el diván del paciente (“Peter Pan es un ser presuntuoso, pero vulnerable, cretino pero tierno, cobarde pero intrépido, héroe a la vez que antihéroe“). Y la conclusión de que el mito de Peter Pan es una tragedia de dimensiones casi clásicas: “Crecer y conformarse con el destino que depara la vida (morir y pasar tu sabiduría a las generaciones venideras) puede ser igual de frustrante que permanecer en la tierra de Nunca Jamás en un estado de eterna juventud y soledad. No hay catarsis posible”.

3 comentarios:

Hand Cream dijo...

Mi acto uno es como el suyo, Tapir. Exacto: vi la película pero no la recuerdo. Aunque sé seguro que la vi.

También podría ser perfectamente actor en su segundo acto, ése en el que aparece Leopoldo como parte del reparto en una obra que crece con las lecturas, con sus escenificaciones.

El tercer acto se lo debo a usted; yo fui uno de los "regalados". Y nunca se lo agradeceré suficiente. Aunque lo hice, lo hago, lo haré. No será suficiente.

De los actos cuarto y quinto, el desenlace -por ahora- de la obra, nunca tuve noticia hasta hoy. Seguramente porque dejé de tener, a su vez, noticias tan frecuentemente de usted, don Nicanor. Las ciudades, que algunas veces se imponen. Son caprichosas.

Empezaré en contra de lo que dicta el orden de los números: Acto quinto, para finalizar en el escenario de la obra de un -probable- cuarto acto.

Sobresaliente entrada.

El conejo blanco dijo...

Sucede en 2666 de Bolaño. Una pareja se acerca a la estatua de Peter Pan en Kensington Gardens. Él toma notas. De repente, la mujer le llama: Rodrigo.
Recién estuve frente al desafiante Peter en Kengsington. Parece que a Barrie no le convenció la escultura, no reflejaba suficientemente la crueldad. A mí sí me convence. Se muestra como un hechicero, un flautista de Hamelin que al toque de cornetín seduce a las ninfas. Su poder de atracción parece irresistible.
Siempre me cayó gordo.
Volviendo a Fresán, me ha convencido el tapir. Leeré el libro que acumula polvo en el estante desde años ha.
Del Peter Pan de Disney no opino.
Barriendo para casa, sólo me gusta el Disney de Alicia. Se la debieron colar no sé cómo.

el brigadier dijo...

Hace unos años, cuando me llevaron a la Catarsis del Tomatazo que, a la sazón, comenzaba lo que habría de ser un largo y exitoso recorrido.

Sube al escenario una muchacha pequeña que, con un hilo de voz, anuncia: Voy a leer una poesía de Leopoldomaría Panero.

(Críspanse las manos como garras sobre los tomates)

Del poema sólo recuerdo: No, Wendy, PeterPan no existe.

Miedo escénico o lapsus de la memoria: la muchacha interrumpe su recitado. Media docena de tomates caen sobre ella. Entra en escena el maestro de ceremonias que, falsamente indignado, recrimina el prematuro lanzamiento de tomates: No ha de ser hasta el final del número cuando se arrojen los proyectiles.

La muchacha, solísima otra vez sobre las tablas, le echa huevos: Empiezo otra vez, dice.

y otra vez: no, Wendy. PeterPan no existe.

Pero consigue acabar el poema. Y acaba dirigiéndose a la audiencia: Ya podéis tirarme los tomates.

Y no ha terminado de pronunciar esta frase cuando un tomate impacta de lleno contra su rostro. La rapsoda se encoge sobre sí, cubriéndose la cara con los brazos, y así recibe la inmisericorde lluvia de tomates.

Uno de los espectáculos más repugnantes de los que he sido testigo.