miércoles, 18 de marzo de 2009
SERÍA UN MUNDO MÁS FUERTE, MÁS FUERTE Y HERMOSO DONDE MORIR
Hace siete años un buen amigo me regaló Watchmen. "Si no te gusta será cierto que tienes un problema con el medio. Si sí, esta es la bienvenida a un nuevo mundo". Y tanto. Fue el primer cómic en el sentido adulto y real del término que leí. Me enganchó, me maravilló, me extasió, me volvió del revés. Como todos los neófitos, leía y leía y leía. Y pasadas veinte páginas, reparaba en que, oh mierda, no había prestado atención a los dibujos, ni a las trazos, ni a las viñetas. Retrocedía, avanzaba, echaba el freno de mano, volvía a dar marcha atrás. Recuerdo noches enteras en vela. Engullendo. Aún hoy sigue siendo el mejor cómic que he leído nunca.
Así que cuando empezó a rumorearse que se iba adaptar al cine, tuve miedito. Me parecía imposible que semejante historia pudiera ser llevada a la gran pantalla sin perderse. Pero bueno era Zack Snyder (¡cuánto y cómo disfruté 300!). Pero, aún así, buf...
Watchmen es el reino de lo mediocre, de la nostalgia, de la decadencia. Superhéroes con bajezas morales dignas de un mortal. Bienvenidos a un mundo que es el nuestro en el que hasta los superhombres son cutres. Watchmen tiene un trasfondo imposible. O eso pensaba yo. Así que pobre Zack. Además de enfrentarse a una trabajo titánico, tenía un handicap doble: los lectores de cómics se le iban a echar encima, lo iban a descuartizar, se iban a rasgar las vestiduras e iban a hacer gala de todo su talibanismo (que es bastante) para condenar a priori el film; los que no sabían de qué demonios iba eso de los Vigilantes, iban a salir rabiosos y decepcionados como si les hubieran dado gato por liebre, viendo una pandilla que de superhéroes tienen poco más que los trajes, los disfraces y la parafernalia, unos losers. Así que la papeleta era difícil de resolver. Eso sí, el material que tenía Snyder era bueno, jodidamente bueno. Tanto como endemoniadamente complicado.
No quise pensar más, ni darle más vueltas. Me fui a verla. Sin haber releído el cómic, ni pensar en hacerlo acto seguido. Sentarme en la butaca y dejarme llevar. Sin planteamientos de partida. Puse el contador a cero y dejé los prejuicios aparcados en la puerta. Y bien. Watchmen funciona, entretiene y capta esa zona de sombras y claroscuros en la que se mueven esos superhéroes tan incorrectos, tan poco heroicos. Puede que haya alguna concesión a la galería, puede que parte del discurso apocalíptico de Moore se haya perdido por el camino, puede que algo de lo más profundo del cómic no esté en las casi tres horas de la película. No lo sé, no me acuerdo, ni quiero. Qué demonios... Es una película. Si se deja uno de partidos tomados, disfruta. Si uno no se dedica a comparar sistemáticamente cada fotograma con la viñeta, resulta tan desoladora como en su momento lo fue para mí el cómic. Simplemente se trata de disociar.
Nota a pie de página:
La secuencia inicial de los títulos de crédito, obra maestra.
El personaje de Rorschach, magistral.
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