miércoles, 9 de diciembre de 2009

CÓMO SER JOAQUÍN REYES


La cosa empezó de forma bastante moderada. Tanta que, al principio, no le di mucha importancia. Fue como sigue:
Cuando salía Bono (el de U2, no el otro) en la tele, ya no era él a quien veía, era a Joaquín Reyes. Cuando aparecía Madonna descoyuntándose en algún baile aeróbico, era Joaquín Reyes quien hacía cabriolas. Cuando Tarantino estrenó su última película, era Joaquín Reyes quien lucía mandíbula en los festivales. Llegó un momento en el que todas las celebrities eran Joaquín Reyes, incluso algunas que nunca habían sido tocadas por el humor manchego (el caso clarísimo de la Duquesa de Alba y su familia: todos son Joaquín Reyes y, encima, mal caracterizados; aplicable esto último a casi todos los miembros de todas las sagas reales del mundo mundial). Ahí se quedó la cosa y yo aprendí a convivir con ello. Que todos eran Joaquín Reyes, pues todos eran Joaquín Reyes. Si tenía que vivir en un mundo lleno de clones, casi mejor que fueran a imagen y semejanza del señor Reyes. Por lo menos, risacas iba a haber. Pero, ay, la cosa fue a peor. Un día reparé en que, demonios, las gentes de las calles, anónimas y sin apellidos, sin famas ni alharacas, también eran Joaquín Reyes. Tan espeluznante descubrimiento se me vino al espíritu, de forma clara y meridiana, un día en el que un amigo me enseñó unas fotos de un antiguo affaire suyo. Era Joaquín Reyes. No cabía otra posibilidad. El mismo maquillaje, el mismo pelo, los ojillos a media asta, y la boca-mueca, incluso el gesto era idéntico. Este hecho, lejos de ser una anécdota aislada, se empezó a repetir de manera preocupante. Veía joaquinreyes por doquier. Todos (todAs, incluso más) eran él. Decenas por ahí sueltas. Legiones. Ayayay. El otro día, comiendo con una amiga que, gracias a dios, guarda por todo parecido con Joaquín Reyes un excelso sentido del humor, me confesó al hilo de una conversación que tenía poco que ver con esto y que, sin embargo, acabó -misteriosos meandros de la charla- en el tema que nos ocupa, que a ella le sucedía exactamente lo mismo. Que veía cada vez más gente que era Joaquín Reyes. Como todo mal compartido, respiré de alivio y me sentí un poco mejor, un mucho menos solo. Acto seguido, eso sí, le espeté un '¿y yo?'. Casi, sin mirarme (lo cual agradecí: en estos casos, un atisbo de duda es garantía de cisma), respondió: 'ni de coña'.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿te refieres a esto en tu post?

http://www.youtube.com/watch?v=MlWmdLl0Nyo

el zurdo dijo...

FANGORIA, por ejemplo, se han convertido en la versión desvaída del gag de Joaquín Reyes.