martes, 3 de marzo de 2009

LA SANTISIMA TRINIDAD
























Leer un cuento y releerlo y atacarlo de nuevo y no entender.
Escuchar un disco una y otra vez y que, sistemáticamente, se te escape entre los dedos.
Mirar un cuadro un puñado de veces y no ver nada.
Tan desesperante como estimulante.
De pronto, un día, las piezas encajan.
Los oídos se abren, los ojos desencriptan y las neuronas se disparan.
Estás dentro.
Y atrapado.
Felizmente atrapado.
Bingo.
Premio a la constancia.
Hay mundos en los que cuesta entrar.
Tanto como conocer a algunas personas.
Andrew Bird, M Ward, Patrick Watson -y, por supuesto, el gran escapista Jeff Buckley- pertenecen a esa categoría de músicos que no son evidentes, de esos que tienen un universo propio y nada obvio, de esos que se resisten en la primera escucha -a veces incluso en sucesivas y repetidas ocasiones-, de esos que exigen dedicación exclusiva -nada de compartirlos con actividades domésticas o bibliófilas-. Hay que estar a lo que se está. Pero, ay, qué placer infinito cuando uno consigue introducirse; qué grandiosa recompensa cuando uno transita por esos mundos como si siempre hubieran sido suyos; qué asombroso fenómeno seguir descubriendo una y otra vez pequeños detalles, escuchando sutiles matices; qué fenomenal ese milagro que parece perpetuarse ad infinitum. Recomiendo el esfuerzo. Merece sobradamente la pena.

1 comentario:

La Rata Marcelina dijo...

me inscribo a la religión
de esta santa trinidad
no sé quién es padre, hijo o espíritu santo
pero santo santo santo
santo es el señor watson
tocando su piano y cantando a viva voz
mientras pajarito bird nos silba al oído
unas bellas melodías
que suenan a klezmer y a pop

y no me olvido de m ward
de bella y rasposa voz
con el que una vez compartí
-os lo tengo que decir-
una ración de calamares
(fue en el difunto y divino aqualung
cuando por aquellos tiempos
en vincent se transfiguró)