jueves, 3 de diciembre de 2009

CARTA A UNA DESCONOCIDA


Los buzones solían ser sitios divertidos
Lugares en los que sucedían cosas

Me considero un resistente postal
He mantenido tempestuosas relaciones epistolares
He desarrollado amistades inolvidables con los sellos casi como únicos testigos
He mandado regalos imposibles por correo y he recibido auténticas sorpresas empaquetadas

He confesado lo que no me atrevía a decir en papel
He mandado mensajes ensobrados de gratitud eterna
He escrito algunos años casi enteros en folios blancos
He garabateado cosas vergonzantes, chispeantes y graciosas
Y, acabo de recordarlo, he decorado decenas de sobres irrepetibles

Incluso, ahora, cada vez menos, sigo usando el mobiliario urbano amarillo
Y me sigue ocurriendo lo de siempre: ese vértigo de meter la mano en la raja
Un gesto que implica una cierta trascendencia como si en realidad los dedos estuvieran posándose en la Bocca della Verità

Todo esto pensé ayer al ver en mi buzón un panfleto de magno sinsentido:

porfesor sano
* año de experiencia nos avalan vidente ,
fuerte magia soluciono todos tipos de
problemas de amor y suerte ,negocios,
empresas,con el alcohol y dolencias
espirituales- casos con la justicia .
juegos de azar estudios ayudando a
concentrarse y quitar nervios y mal de
ojos soluciones a tus problemas mas
concretos informacion sin compromiso

6 comentarios:

Elena dijo...

Comparto totalmente esa melancolía epistolar:yo escribía cartas como si fueran relatos,con citas,poemas,...Me imaginaba que el receptor se sentaría y abriría su risa,su complicidad.Apenas queda nada de eso,como tantas otras cosas bellas.
Pero sí ese insulto que topaste en el buzón:qué horror,Tapir.
Mercantilismo barato.
Defenestración de los diccionarios.
En contraposición tu carta a cualquier desconocida,por ejemplo yo.Un abrazo.

nautilus dijo...

No hombre no, meter la mano en la raja no!

Mylodon Darwinii Listai / Milodón dijo...

jo, yo solía escribir tantas cartas que hasta era socia de un club de penfriends.
en la parte de atrás de los sobres solía poner:
"Corre cartero, que es para el amigo que más quiero"

El color del viento dijo...

He llegado a tu blog por casualidad, y me he quedado leyéndolo y disfrutando de estos minutos con entusiasmo.
Un placer leerte, de verdad.

En cuanto a este último artículo, yo sólo quiero decir, que los tiempos cambian, y es por eso mismo que guardamos recuerdos con cariño, que incluso magnifica nuestro recuerdo y hace que aquello pasado nos parezca mejor. ¿Lo fue en su momento o lo es ahora?

Saludos

Charleston dijo...

Ay, las cartas, ay. lo que se está quedando por el camino. Supongo que ese vértigo es lo que se experimenta al separarte de algo tuyo, de algo que viene desde un lugar muy dentro tuyo. Una comunicación persona a persona (y sólo persona) sin nadie más a mil kilómetros. Una carta puede llegar a dejar una huella imborrable, cambiar el rumbo de una vida, ser una confesión de lo inconfesable, un testimonio debido, sincero y eterno. La vieja escuela y sus argumentos incontestables

Vértigo dijo...

justo ahora estoy pegando sellos...