jueves, 17 de diciembre de 2009

PESADILLA ANTES DE NAVIDAD



Domingo noche, la lluvia arrecia en alguna ciudad de España y hace un frío que pela. Dos personas se asoman a un cajero de esos 24 horas de dvd's. Buscan y rebuscan. Entre las novedades, nada que no haya sido visto ya o que no quiera ser visto jamás. Pasamos a clásicos. La oferta es poco menos que mínima. No. No. No. Esta nos la sabemos de memoria. Esta, qué rollazos. Uf. Y, de pronto: Jo, qué noche (After Hours).
Uno de ellos (preservaremos su intimidad):
- La vi hace mucho. No la recuerdo para nada, pero me pareció guay.
El otro (preservaremos también su privacidad):
- No la he visto. Pero, por mí bien. Scorsese...
Llegan a casa este par de angelitos del infierno. Y ahí que se disponen.
Primeros minutos y el incauto 2 dice:
- ¿No te pasa que ya en la primera secuencia sabes si una película te va a gustar o no? Por el ritmo, por cómo se presentan los personajes, por la fotografía...
- Sí, sí...
- Pues esta va a molar

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Media hora más tarde
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El incauto 1 y sumo hacedor de la elección mira por el rabillo del ojo al incauto 2 y le ve mudo, petrificado, con los globos oculares como platos. Se cruzan los rabillos y sus dueños exclaman a la par un "¿¿QUÉ??" bien sonoro, que Incauto 2 sigue con "HIJODEUNAHIENA" dedicado a Incauto 1. A partir de ahí, la cosa es un alucinado '¿perdona?' infinito y un implorante 'no,no,no' continuo. Incredulidad y hastío. Y, sobre todo la sensación de que, Martin, en las pesadillas las cosas no cuadran. Esa manía de cerrarlo todo, de que todo ajuste. El billete que sale en el minuto cinco, lo saco en medio y luego otra vez. La camarera del bar me pinta un dibujo y luego siembra la ciudad con mi careto subtitulado con un SE BUSCA. La chica suicida es en realidad novia del camarero que se quedó con mis llaves. Las quemaduras no son tales, que son un tatuaje con la calavera, la misma que la del llavero del camarero. Las estatuas de papel. Y el club que va y viene. Y qué sé yo cuántas pajas más. Que formalmente es chula, sí. Que el rollo buceo en el submundo de la noche es inquietante, sí. Que la cosa tiene tintes kafkianos, sí. Que la atmósfera pesadillesca es, por momentos, de lo más desasosegante, sí. Que Linda Fiorentino está muy buena, sí. Que Griffin Dunne es un antihéroe con gracia, sí. Que Rosanna Arquette es el colmo del morbo, sí. Y que la cosa es muy lynchiana, pues también. Pero, ay, lo siento, me aburro, me aburro, me aburro. Y me parece todo tan pretencioso que hasta me irrita.

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Dos días más tarde
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Pregunto a dos amigos cinéfilos y cinéfagos sobre las virtudes de Jo, qué noche. (Los tapires somos así: gente que desconfía de sí misma por naturaleza). Me hablan de película de culto, de una de las mejores de los ochenta, de las bragas de Arquette, de los bares, de los chistes, de Kafka, de lo bien escrita que está, de lo mejor rodada que les parece, de su valor casi documental (cuando el Lower East Side era un barrio chungo). Me dicen que es sexual, divertida, casi romántica, llena de humor, inquietante, divertida, fresca, extraña y violenta.

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Acto seguido
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Nicanor -leáse el incauto uno- se mira al espejo y se da una palmadita en la cara -a lo anuncio de Floïd- diciéndose: "macho, eres un cateto sin criterio".

1 comentario:

el zurdo dijo...

Hace poco, en el blog zoomorfo, comulgaba con Reimon en la querencia por JO, QUE NOCHE (la cosa salió a propósito de la vulpina Rosanna Arquette).