miércoles, 24 de diciembre de 2008

IN MEMORIAM


No sé qué fue antes si la película o el libro. Creo que fue primero la pantalla y luego el papel (orden que, por mi experiencia, resulta ser el adecuado o, al menos, el que ahorra bastantes decepciones). De la película recuerdo el bonito blanco y negro, la presencia increíble de Gregory Peck que fue (lo supe luego, leyendo a Harper Lee) el mejor Atticus Finch que uno pueda imaginar. Y los niños. Y una tristeza inmensa y emocionante. Luego el libro, del Círculo de Lectores. Con un bonito dibujo en la portada. Una cama estrecha. Horas delante de aquellas páginas. Cuando había un examen al día siguiente y estabas supuestamente estudiando. Cuando los libros eran la mejor manera de ver, de escuchar y de viajar. De descubrir, en suma. Recuerdo que lloré. Hay poco libros que (me) produzcan tal efecto. El otro día leo que se ha muerto Robert Mulligan. El director de Matar un ruiseñor. Me viene algún fotograma a la memoria. Intacto. Revisando su filmografía, me doy cuenta de que no he visto casi ninguna de sus películas. O quizá sí. Quizá son de esas que echaban en la tele y no recuerdas, de esas que al vover a ver y según va transcurriendo el metraje, encienden luces en tu recuerdo. Diminutas conexiones. Pequeños chispazos. Sí vi la última. Verano en Louisiana se llamó aquí (Man in the moon, en verdad. Nunca he entendido esa maldita manía de retorcer y distorsionar los títulos hasta hacerlos casi irreconocibles. Me parece un entretenimiento de lo más perverso). Reese Witherspoon adolescente. Y me vienen otra vez escenas a la cabeza. Lumínicas. Fue una tarde estival de hace 17 años en los cines Ideal con dos amigas del colegio. Me quedo con la sensación de suavidad que me dejó. Adiós, mr. Mulligan.

1 comentario:

el zurdo dijo...

Siempre lo confundo con Frank Perry, el director de EL NADADOR. De Mulligan mis favoritas son la desasosegante EL OTRO (magnífica vuelta de tuerca sobre ese filón temático para Hollywood que son los gemelos, uno malo y otro presuntamente bueno) y LA NOCHE DE LOS GIGANTES (western terrorífico -subgénero a la sazón de moda y en el que Gregory Peck haría doblete, si recordamos la muy cercana en el tiempo EL ORO DE MACKENNA, mucho más floja y guiñolesca pero con sus momentos gozosamente desagradables-).