viernes, 26 de diciembre de 2008

LEER EN DIAGONAL

Qué emoción más particular produce la de recibir un libro que uno ha encargado. Ya sea vía postal o vía amistosa. El último me llegó de la segunda de las maneras. Comment parler des livres que l’on n’a pas lus?, de Pierre Bayard ( Cómo hablar de los libros que no se han leído, editado aquí en Anagrama). Con semejante título, tan provocador y políticamente incorrecto, no podía sino adelantar toda la cola de mis lecturas pendientes. El libro arranca, por cierto, con una cita de Wilde (empiezo a pensar que padezco manía persecutoria): “Nunca leo un libro del cual debo escribir una crítica: se deja uno influenciar tanto”.
Según iba pasando las páginas, pensaba hacer una entrada acerca de este curioso libro (que nadie se llame a engaño -expresión retro donde las haya-: este no es un manual de autoayuda, sino un ensayo, a ratos bien sesudo). Quiero creer que hay mucho de ironía irreverente en los postulados de Bayard y que su intención no es la de ensalzar la no lectura, sino la de desacralizar el, para muchos neófitos, arduo y terrorífico acto de leer. Potenciar la lectura a través de métodos un tanto sui géneris, a saber, que cada cual tiene su forma de leer, de recorrer un libro o de pasearse por él. Y que todas estas categorías de lector -o de no lector- tienen el mismo peso y el mismo derecho para opinar sobre un manuscrito: los que lo leen de cabo a rabo (según, el señor Bayard, los menos, debe ser que yo y unos muchos más no entramos dentro de sus ‘estadísticas’), los que simplemente lo hojean y los muchos otros (la mayoría, siempre según el francés) que se limitan a leer lo que otros han escrito sobre el texto en cuestión.
Pero a lo que iba, pretendía yo escribir un post sobre el libro, más a medida que avanzaba, se me iba complicando la cosa. ¿Cómo sintetizar en unos párrafos toda una teoría articulada en más de 150 páginas? Imposible. Así que recomiendo su lectura (íntegra, a retazos, o inventada) a los que alguna vez se hayan preguntado si se puede considerar leído un libro que han por completo olvidado, a los que no entiendan que la memoria de sus lecturas esté hecha tan a retazos, a los que se desesperen ante la imposibilidad de compartir sus lecturas y el recuerdo de éstas con sus parejas o amigos, a los que veneren u odien el papel de la crítica literaria, a los que coleccionen anécdotas (como que Valéry era un consumado no lector o que el ferviente lector Wilde era, sin embargo, un devoto defensor de la no lectura), a los que necesiten razones para no atreverse con alguno de los ‘clásicos’, a los que simplemente quieran reflexionar sobre el hecho de la lectura, a los que languidezcan y se torturen ante la idea de todo lo que les queda por leer.

Tras haberlo leído, sólo puedo decir que Bayard me ha obligado a pensar, me ha indignado, me ha hecho reír y me ha entretenido (pero si sale hasta Bill Murray ilustrando una de sus teorías...). Cómo hablar de los libros que no se han leído es la obra de un cínico con recursos o de un sofista profesional. Hay que cogerlo con pinzas, pero cogerlo al fin y al cabo, aunque sólo sea por polemizar con uno mismo. Bayard olvida algo fundamental: que si muchos leemos, no es para impresionar, sino por el mero e indescriptible placer de la lectura per se. Dice Bayard, “leer es quizá y sobre todo olvidar”. Puede, pero, ¿y qué? No importa lo que se olvida, importa lo que queda, por mucho que sólo sea una inasible sensación flotando. Cada lectura nos ha hecho ser, nos hace ser, y nos hará ser lo que somos. Y, finalmente, monsieur Bayard (a la sazón, profesor de literatura francesa en la Universidad de París), detrás de su ingeniosa cortina de humo, usted no me engaña: sólo alguien que ha leído mucho y a conciencia, es capaz de escribir un libro así; sólo alguien que se ha tirado -parafraseando a la Duras- días enteros en los libros, puede entender un texto con sólo echarle un vistazo. Me temo que para ser uno de sus no lectores hay que haber sido un feroz, sino enfermizo, lector (puede que incluso para seguirle a usted en sus disquisiciones haya que serlo).


Notas a pie de página:

Al hilo, recomiendo el entretenido Cómo cambiar tu vida con Proust, de Alain De Botton. Encierra la sabiduría de Proust sin tener que emprender la magna hazaña de leerlo (aunque con Marcel hay que atreverse: merece la pena). Por cierto, el último libro de De Botton, La arquitectura de la felicidad, es una maravilla: rezuma serenidad.
Y, por supuesto, Cómo leer y por qué, del genial Harold Bloom (aunque sólo sea por su prólogo introductorio).

1 comentario:

La Rata Marcelina dijo...

interesante propuesta
la que haces por navidad
de pensadores franceses
tratando de epatar

yo, como rata-atea -que no rata-tuí-
propongo a michel onfray
otro pensador francés
que con su 'tratado de ateología'
me hizo 'de reir'

desmonta el hombre
las tres grandes religiones
con gracia y con sarcasmo
-histérico llama
a pablo de tarso-

se lee en un santiamén
palabrita del niño jesús
y ha sido un best seller
en marsella y en kabul

ya lo saben:
si no tienen qué regalar...
'Tratado de ateología'
para esta navidad

(conste anagrama no me paga
por tanta publicidad)