domingo, 9 de noviembre de 2008

Y SIN EMBARGO, TE QUIERO




A prioiri, "Red de mentiras" tenía tres razones poderosas para ir a verla.
Una, Russell Crowe.
Dos, Leonardo di Caprio.
Tres, Ridley Scott.
Tres señores que, juntos o por separado, tan bien me lo han hecho pasar en una butaca de cine. Pero no, esta vez no.
La épica, Ridley, la épica. Esa que le llevó a filmar la soberbia y hermosa "Los duelistas", la magnética e inclasificable "Blade Runner", la escalofriante y desasosegante "Alien", la sublime y heroica "Gladiator", la trepidante y brutal "American Gangster". La épica, esa cosa que el cine intelectual, independiente y europeo en tantas ocasiones despreció y desprecia y que, sin embargo, constituye una de las razones de ser del cine, y que usted maneja magistralmente; tanto como el tempo, esa otra cosa que todos buscan y que sólo unos pocos encuentran.
La eternidad habita en la brillantez de algunas secuencias de "Gladiator", en la 'persecución' a través del tiempo y del espacio de esos dos caballeros interpretados por Keith Carradine y Harvey Keitel, en las poéticas y apocalípticas escenas de lluvia de "Blade Runner", en el terror de "Alien" que sigue intacto treinta años después de que se estrenara, en la complejidad de todos y cada uno de los personajes de "American Gangster".
Y eso ya es mucho, aunque esta vez no haya sido suficiente.
Tanto mejor verse de nuevo la saga completa de Jason Bourne.

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